viernes, abril 19, 2024
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Entre ojetes y llorones

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Caca, culo, pedo, pis. Es como si el programa hubiera vuelto a los ochenta, cuando cantaban Enrique y Ana tan prosaica letra, o directamente a la niñez. No se sabe qué es peor. En vez de sexo, escatología pura y dura. Vamos, renovarse o morir, pero en plan asqueroso.

La gala de 'Supervivientes' de este lunes pasará a los «anales» de la historia del programa. 'Se me va la vida por el ojete’ dijo Carolina sin rubor. Lo malo es que por si la metáfora no hubiera quedado suficientemente clara, por si alguien no hubiera terminado de cenar en ese momento, precisó ‘Me cago viva’. Pues muy bien, cuánto me alegró saberlo. Los estreñidos ya podrán ir a islas desiertas sin temor alguno.

La chica, que además no tardó en lucir la raja de su hucha durante una prueba de supervivencia (sí, vomitivo es poco, sobre todo pensando en sus frases anteriores), no sólo se ofreció a dedicarle su próximo «mojón» a Jorge Javier Vázquez (difícil se me antoja que éste haya «toreado» en plazas peores) sino que llegó a reconocer que ‘no me importa comerme un mono con psoriasis’. Había vuelto a lograr el más difícil todavía, el superarse a sí misma. 

Lo único bueno de la chica es que de momento no llora. Quizás sea la única que de momento no se ha metido a plañidera. A otras sí parece que les han pagado exclusivamente por soltar lagrimitas. El mejor ejemplo, la sobrina de la Pantoja, que nada más entrar en el plató se puso a llorar más que Boabdil. A ella ni tan siquiera le había dado tiempo a defender nada, pues, como la recordó el presentador, «has durado un día». Ella se acogió a la manida frase de «he ido a vivir la experiencia». Lástima que la misma se la hayan pagado entre la productora del programa y la audiencia que se gastó sus euritos para llamar y consentir que se fuera de la isla y no pagara indemnización. Hay algunos que no tienen remedio. 

Como Pascual, el que dicen que es policía pero que miedo da imaginárselo llorando a moco tendido mientras un delincuente le cuenta el por qué ha escogido esa profesión. Con sus padres en el plató volvió a dar rienda suelta a sus emociones, como si en vez de una isla caribeña viniera el chaval de las playas vietnamitas de Danang, en pleno desembarco estadounidense en el 62.

La que casi no desembarca en «isla bonita» fue Bibiana Fernández. La que supuestamente era la diva, la estrella de esta edición, no entendía cómo tenía que volver a bajarse del barco que la iba a llevar a la civilización. «Qué circo es éste», llego a decir para escarnio del programa, mientras insistía en que no sabía por qué tenía que seguir si la audiencia ya había dicho que se fuera. Bibiana, ¡ya quisiera este programa ser un lugar tan lleno de buena gente y con una profesionalidad tan grande como un circo!. En cualquiera de ellos, por ejemplo, ni tendría cabida Rossy de Palma, la que en el plató calificó de «cutre» al público que sigue esa farsa. 

Al final, cómo no, a Bibi la convencieron para que se sometiera a una nueva votación popular, de la que, por supuesto, salió bien parada. Era mejor para el espacio que saliera Aran Aznar, por mucho que quizás ésta pudiera dar más juego que la exchica Almodóvar, a la que seguro tampoco habrá hecho ninguna gracia tener que seguir concursando.

Y si sigue es porque, por mucho que intenten vendernos lo contrario, en esta edición parece que muy poquitos, por no decir ninguno, está pasando realmente hambre, viendo cómo en un programa sí, y en otro también, siempre terminan papeando «de gratis». ¿Alguien cree que Chiqui ha perdido un sólo gramo desde que está allí?. Y que conste que aquí nadie la está llamando «gordita», como han hecho en otro sitio con la fundadora de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Para que luego digan que allí no se lo pasan bien. ¡Pero si eso es el cachondeo padre! 

 

La mosca

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