miércoles, abril 24, 2024
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Penosa radiografía

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Los programas especiales de televisión dedicados a glosar la figura de Adolfo Suárez no encontraron el gran eco de audiencia esperado. El cine y otros formatos conquistaron en mayor medida el favor de los espectadores. Sobre todo entre el público joven. Más allá del acierto en los formatos elegidos -coloquios con invitados en el estudio- todo los demás discurrió en torno a la misma idea: análisis y, en general, encomio de la figura histórica del primer presidente del Gobierno de la democracia. Tuvieron público, pero ninguno alcanzó los dos dígitos de audiencia.

Una primera aproximación nos llevaría a imputar el relativo desinterés al distanciamiento del grueso de la opinión pública respecto de los políticos actuales puesto que, en esencia, se trataba  de un programa «de políticos». Es sabido -lo dicen todas las encuestas- que es mucha la gente que dice estar harta de los políticos.

Puede que algo de eso estuviera detrás del relativo desinterés con el que el público siguió los programas dedicados a la memoria de Suárez, pero tengo para mí que la causa de la «deserción» del grueso de la audiencia es más profunda. Habría que situarla en el ámbito del conocimiento de nuestra reciente Historia. De la reciente y del resto.

Del desconocimiento de la Historia nace el desdén por la política

En la Universidad he podido comprobar que estudiantes de últimos cursos de carreras de Humanidades apenas sabían quién fue Adolfo Suárez. Algunos de los comentarios escuchados en las emisoras de radio refuerzan esa impresión. No es que una parte de los ciudadanos desconozcan la obra política del hombre que fue la figura clave de la Transición. Es que tampoco saben mucho más del resto de los protagonistas de aquél período crucial de nuestro reciente pasado.

Pese a que en nuestro sistema de enseñanza la escolarización hasta los 16 años es obligatoria, los continuos cambios en los planes de estudios y, sobre todo, la filosofía de fondo -descargar en lo posible la densidad de todas las asignaturas y en especial las relacionadas con la Historia, la Literatura o la Filosofía- se diría que han alumbrado a un tipo de bachiller pródigo en conocimientos informáticos pero indigente en casi todo lo demás. Y lo uno lleva a lo otro. Del desconocimiento de la Historia nace el desdén por la política, el alejamiento de todo aquello que tiene que ver con la vida pública.

Las audiencias de la televisión son un termómetro para medir el grado de sensibilidad de las sociedades modernas. Lo ocurrido el domingo con los programas dedicados a Adolfo Suárez es una radiografía. Penosa radiografía. No es para estar muy satisfechos. Afortunadamente, constatar el cariño expresado a los familiares del ex presidente por los miles de ciudadanos que han desfilado por la capilla ardiente instalada en el Congreso, nos pone a salvo de la melancolía.

Fermín Bocos

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