martes, abril 23, 2024
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El guardián del caos

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No se puede decir que no estuvieran avisados. Como en las películas de terror, en las que antes de que se abra la puerta que avienta el mal, los protagonistas encuentran la paz, están a gusto en su piel, han espantado cualquier demonio y sólo se dirimen cuestiones mínimas; el Madrid, llegaba a Málaga navegando la temporada con una tranquilidad que un observador imparcial definiría de pasmosa. No hay neurosis, ni graves altercados con la prensa. El vestuario es una manada sin cuentas pendientes. El juego se encontró hace tiempo, y el espejo en el que se medirá el equipo está tan lejos, al norte, que no vale la pena la comparación hasta que llegue la hora.

En la piel ha salido una sola mancha. Arbeola ha caído. Hablan en la prensa del joven Carvajal. Hoy se medirá su valía ante un oponente dulce que no sabe lo que es el antimadridismo. Sin la ración de odio suficiente. Con Schuster. Parecen muchos datos amontonados, y además está la ciudad, tan luminosa y sonriente. Isco era titular por Di María que ejerció de entrenador en funciones al preferir jugar el clásico. Carletto se hizo el mandilón y lo preservó de la tarjeta. Todos contentos. Los niños contentos. El Mar, la mar, el Real que jugará con el salitre pegado a la cara, el Málaga hará como que lucha, Cristiano elevará sus brazos al cielo y la gente saldrá satisfecha del espectáculo de variedades que vino a la ciudad. La velocidad inmisericorde de Ronaldo, el empeine enjoyado de Bale, la gravedad estructural de Xabi, los trucos de Marcelo, el amor interrumpido de Isco ….

Hubo 15 minutos de fuegos de artificio en los que el juego del Madrid fluyó por la escalinata de Xabi, pasando por el balcón de Bale y abriéndose en abanico a través de los delanteros: Diagonal y pausa. Cristiano y Karim. Se huelen, se desean y se recrean en la ruptura de los espacios. A pesar de estar Isco, que no se encontró a sí mismo en toda la tarde, el Real empezó en un modo vertical, parecido en el paisaje a los primeros minutos del partido que se empató en Pamplona. Este modo del equipo, aparece cuando no existe un miedo que gravite sobre la defensa. O quizás sean los laterales, tan ofensivos que acaban trasladando su urgencia al total de las operaciones. Benzemá estaba algo remiso a caer a la zona de mediapunta, y ni Modric ni Isco aparecían entre líneas. En estos casos, el Madrid se asemeja a un devenir cruzado por diagonales brillantes que descolocan la defensa rival con una facilidad que mueve a la risa. Bale se desató la cuerda de los tobillos y dejó un primer tiempo luminoso y letal. Como si fuera un Beckham zurdo, el balón llega plano, sin arabesco al receptor. Como si fuera un Rivaldo atado a la banda, se escurre de sus oponentes y llega al gol por el camino más corto. Eso fue lo que sucedió en la única jugada que atravesó la red del partido. Bale se va de forma irreversible por su callejón, y recorta de manera ortodoxa. En el mismo paso de baile, centra a Cristiano que acude como un lobo al pico del área izquierda. El lugar preferido por los depredadores. Isco le dobla, y eso se ve desde cualquier parte del campo, pero nadie lo mira siquiera; todos están con Ronaldo. Baila hacia adentro y ejecuta raso y al palo contrario.

Hasta la estirada de Caballero forma parte del plan general.

El edificio que había levantado el Real, se fue desmoronando hasta quedar únicamente Pepe, Xabi y los señores del área que despejaban balones incontrolados hasta las lindes de Ronaldo. El que abrió la puerta al caos fue Carvajal. Cegado por el sol, o su ausencia, atolondrado e impetuoso, apenas tuvo una jugada de mérito en todo el partido y siempre le sobraron tres pasos para defender hasta la jugada más simple. En mitad de la primera parte (que a estas horas ya era como decir en mitad de la nada) se lesionó Benzemá. Misteriosamente, Anchelotti sacó a Di maría y corrió a Isco hasta el 9, falso, mentiroso o inexistente, que es lo que fue en el partido. La altura de Karim se mide en su ausencia, y toda una zona del campo quedó inhabitada porque no estaba el francés.

El partido se fue desvencijando hasta que el Madrid desertó definitivamente del centro del campo. Modric revoloteaba sin posarse en parte alguna, Di María iba y venía y aparentaba meter la pierna, y sólo Xabi guardaba la entrada frontal de la casa del padre. Con el rumor del empate, se iban electrificando los minutos alrededor de la defensa del Madrid, y el partido cogió vuelo dramático. Las oportunidades del Málaga no eran claras, pero no estaban cegados los caminos a Diego López como en partidos precedentes. Faltaba Ramos y su campo de energía que irradia junto a Pepe. Varane es todo clase, quizás demasiado impecable para espantar a los rivales del área. Estuvo suave y algo indeterminado, cubierto por Marcelo, al que Carlo ha comprometido en labores defensivas de alguna forma mágica que sólo el italiano sabrá.

El balón volaba con facilidad hacia el área malaguista, pero Cristiano se ofuscaba con su famoso recorte hacia afuera mas disparo cruzado. Hay una ocasión de Di María que baja por un tobogán y con un regate infantil se deshace de dos contrarios. Isco es el beneficiario de la jugada y tiene tiempo y espacio para preparar la forma de matar el encuentro. Se hizo la gravedad alrededor suyo y pensó demasiado en su infancia malagueña. El disparo fue un acto fallido y la ocasión se esfumó.

Saltó Jesé al campo, dispuesto para lo que fuese, y se hizo transparente al partido y al espectador. El Madrid había perdido la posesión, y de las migajas que caían del cielo, sólo se aprovechaba Cristiano. Atrás, era el tiempo de Pepe, que trenzó un mapa de líneas de fuerza por todo el área, haciéndolo inexpugnable al acoso malagueño. En el desgarro, Pepe se hace dueño de los focos. O parte a la mitad el partido con algún show de alta carga dramática, o se viste de héroe y salva a los suyos cuando agonizan en medio de una isla a expensas del monstruo. Cuando todos pisaban erizos, Xabi secó el tramo final del encuentro con el imán que tiene en su tobillo. Echaba el balón de casa, como si hubiera traicionado una causa común, y el balón volvía renqueante, mal acarreado, pero con el peligro de que un resbalón convirtiera en esperpento el dramático final.

Un último minuto como un largo responso, con todos muy quietos cerca del área, deja un sabor extraño en el paladar madridista. Con Modric despistado y sin Benzemá, la danza de la posesión se atora y hay que recurrir al último eslabón de la épica para salir indemne.

MÁLAGA, 0 – R. MADRID, 1

Málaga: Caballero; Angeleri (El Hamdaoui, m. 85), Sergio Sánchez, Flavio, Antunes; Camacho, Tissone (Portillo, m. 68); Samuel (Iakovenko, M. 68), Duda, Amrabat; y Santa Cruz. .

Real Madrid: Diego López; Carvajal, Pepe, Varane, Marcelo; Modric (Illarramendi, m. 90), Xabi Alonso, Isco (Jesé, m. 63); Bale, Benzema (Di María, m. 32) y Cristiano.

Gol: 0-1. M. 23. Cristiano bate a Caballero con un derechazo dentro del área.

Árbitro: Martínez Munuera. Amonestó a Antunes y Duda.

Unos 25.000 espectadores en el estadio de La Rosaleda.

Ángel del Riego

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