jueves, abril 25, 2024
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Carnaval

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Viendo a Rajoy y Rubalcaba atizándose de lo lindo en el Debate sobre el Estado de la Nación, por un momento pensé que se trataba de otro falso “documental” de Jordi Évole; teatro sin más. Pero no. Eran los verdaderos Rajoy y Rubalcaba, esenciales, químicamente puros, plenos de autenticidad, o sea, disfrazados de estadistas en vísperas de Carnaval, bailando claqué con sus discursos en la mano, como si de Fred Astaire y Ginger Rogers se tratase en “La alegre divorciada” (“The Gay Divorcee”, 1934) y dando zapatazos sobre el entarimado de la ciudadanía de a pie, cada vez menos alegre y cada vez más depauperada.

Eran los verdaderos Rajoy y Rubalcaba, esenciales, químicamente puros, plenos de autenticidad, o sea, disfrazados de estadistas en vísperas de Carnaval

“El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval” escribió Mariano José de Larra el 14 de marzo de 1833 para preguntarse “¿cómo contentar a los necios y a los discretos, a los cuerdos y a los locos, a los ignorantes y los entendidos que han de leerme, y sobre todo a los dichosos y a los desgraciados, que con tan distintos ojos suelen ver una misma cosa?”. Como de costumbre, uno y otro se consideran vencedores de su intercambio de dicterios, mientras que el resto, 348 diputados de siete grupos parlamentarios diferentes, son actores secundarios, meros figurantes, convidados de piedra en la contienda verbal. Pero si Larra hubiera visto el debate, me temo que seguiría preguntándose: “¿cómo contentar a los desgraciados?”

En la España del Romanticismo de Larra gobernaba Fernando VII, monarca poco dado a debates. Pero 181 años después tampoco hemos avanzado tanto, salvo que ahora el rey no es absoluto y la Justicia pone en un brete a una de sus hijas, a su yerno y, por ende, a la monarquía entera. Hoy vemos a los respectivos “necios”, “locos” e “ignorantes” de los distintos bandos ideológicos de derechas y de izquierdas cómo se muestran encantados de sí mismos y de sus líderes, como siempre viviendo en el mismo país que la ciudadanía zapateada del baile carnavalesco, pero con una visión muy dispar de esa “misma cosa” llamada España.

Si se descuida, Rajoy nos salpica de tanto onanismo. A Rubalcaba sólo le faltó citar a Nostradamus y a los siete jinetes del Apocalipsis

Rajoy no ha parado de decir que sus palabras no estaban llenas de autocomplacencia. Menos mal, porque si se descuida nos salpica de tanto onanismo. A Rubalcaba sólo le faltó citar a Nostradamus y a los siete jinetes del Apocalipsis para rebatir al presidente del Gobierno. Ambos hablaban y hablaban. Pero si “El Pobrecito Hablador”, alias de Larra, les hubiera escuchado, habría comprobado lo lejana que sigue la clase política de la ciudadanía a la que dicen representar. Igual, igual, que en el absolutismo fernandino de su tiempo.

Rajoy y Rubalcaba no dicen que todo es un montaje dirigido por Garci, como Évole al final de su programa. Su farsa es permanente; “todo el año es carnaval”, dijo Larra, quien a lo mejor se pegó un tiro por eso.

Hoy no nos suicidamos; el Romanticismo de antaño nos queda lejos. Pero si Fred Astaire y Ginger Rogers saltaron a la fama con su película, “Volando a Río” (“Flying Down to Rio”, 1933), sí dan ganas de salir volando hacia cualquier confín lejano del Planeta.

Carlos Matías

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