viernes, abril 19, 2024
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El portazo a Mas

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Todos le dicen «No». Pero ¡qué verdad es! eso de que no hay peor ciego que quien no quiere ver. Las patronales CEOE y Foment del Treball han rechazado implicarse en el proceso soberanista catalán, tal y como les ha pedido presidente Artur Mas. Ha sido un «no» sin estridencias pero el portazo es suficiente, para que todos vean con meridiana claridad que los empresarios no están dispuestos a iniciar una aventura independentista de final incierto. El gesto tiene una gran importancia, teniendo en cuenta que son plenamente conscientes, por un lado, de que el camino emprendido no va a ninguna parte porque en Europa les están cerrando las puertas y por otro, tal como le recordaron, porque «la obligación de los empresarios es generar riqueza y crear empleo para lo cual es muy necesario el escenario de estabilidad».

Al presidente de la Generalitat le está ocurriendo lo que al conductor que va en sentido contrario y cuando ve que todos los demás automovilistas le vienen de frente piensa que se han equivocado todos, aunque haya sido él quien se haya metido por dirección prohibida por la autopista. Artur Mas cree que está destinado en pasar a la historia de Cataluña como el gran libertador y en su fantasía ha dejado de ser  consciente de la realidad en que viven los ciudadanos que dice representar aunque cada día se ponga menos en su piel.

Él se ha situado por encima del bien y del mal y le da igual las advertencias que le llegan desde Europa, desde España o desde su propia comunidad sobre la inviabilidad de una Cataluña independiente.

Es cierto que hasta ahora el tejido empresarial ha intentado mantenerse al margen de la deriva soberanista y no se han posicionado ni a favor ni en contra, con el argumento recurrente de que las organizaciones empresariales deben ser coherentes con la diversidad del colectivo de sus asociados. Eso es una cosa y otra muy diferente es lo que los empresarios te dicen en privado: que la inestabilidad política en Cataluña empieza a ser un serio problema y que, de puertas afuera de España, a nadie le importa un pito lo que ocurre en esa comunidad autónoma.

«Nunca nadie ni en Europa, ni en América ni en el resto del mundo me ha preguntado por el asunto catalán» es la repuesta coincidente de los grandes empresarios españoles -muchos de ellos afincados en Cataluña- cuando le preguntas al respecto. Todos, eso sí, reconocen la necesidad de que haya diálogo, pero ninguno ha hecho una apuesta real para un futuro independiente.

Dicen los expertos que Rajoy les ha cogido la medida a los nacionalistas y calcula tan bien sus silencios que les rompe las estrategias. No entra jamás al trapo y da la callada por respuesta cada vez que Mas da un nuevo paso hacia el vacío. Rajoy se ha limitado a decir que no habrá referéndum porque aquí la ley es para todos y también ¡cómo no! para el presidente de la Generalitat. Y eso que para algunos es inacción por parte del presidente del gobierno, para otros es un estrategia bien definida que no le esta saliendo mal, al menos de momento. Sea como fuere que no haya grandes frases lapidarias por parte del inquilino de la Moncloa o acciones rotundas como le piden algunos en su partido no significa que haya inacción.

Desde luego no ha sido casual que en los últimos tiempos el presidente de la Caixa Isidro Fainé haya dado un paso al frente señalando que no contempla la secesión, ni lo ha sido que lo hayan hecho Juan Rosell o Joaquin Gay de Montallá. Aquí hay mucha gente moviendo hilos por detrás y no sólo del gobierno sino también del principal partido de la oposición. Sólo hay que echar un vistazo a los últimos encuentros de Rubalcaba en Barcelona con la flor y nata del empresariado y a sus declaraciones apoyando lo que ha dicho Foment del Treball.

El presidente de la Generalitat tiene el poder, pero eso es algo temporal y de hecho los votos se le están yendo a chorros. La prueba la tuvo en las ultimas elecciones y si ahora volviera a convocar seguro que sus resultados serían aún peores. Se ha metido en la autopista en dirección contraria y aunque él crea que es la correcta tal vez sea necesario que alguien le eche una mano para salir y si no lo harán las urnas, que son implacables.

Esther Esteban

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