miércoles, abril 24, 2024
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Un mundo feliz

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El año próximo va ser magnífico, «tenemos un fundado derecho a la esperanza», dijo el viernes el presidente del Gobierno en la única rueda de prensa que protagoniza al año. Y ese, el derecho a la esperanza, es de los pocos que les van a quedar a los españoles después de tantos recortes sociales y de derechos.

Pero de recortes y corrupción no quiso hablar Rajoy. Pese a la insistencia de los periodistas sobre temas de candente actualidad por los que el presidente ha pasado resbalando, como son su proyecto de ley del aborto o el registro de su sede por la policía, sólo hubo evasivas.

Lo que sí dejo muy claro, para los díscolos que estos días no se han mostrado conformes con la ley de Gallardon, es que no se va a modificar en su paso por el Congreso. No dijo como Dante, perder toda esperanza, porque no estaba para profundidades en un tema que le desagrada e incomoda. Y es que tener el apoyo en exclusiva de los ultraderechistas de Le Penn es poco digno para un centrista como se describe Rajoy.

Los discrepantes, que los hay incluso dentro del Gobierno, y que en más de una ocasión lograron que el empeño de Gallardon no llegara a la mesa del Consejo de Ministros, confiaban en que a lo largo del debate parlamentario se aceptará incluir el supuesto de malformación fetal. Habían incluso previsto que este acto de generosidad se podría vender a la opinión pública como un signo de apertura hacia un electorado de centro que ni reclamaba ni exigía este cumplimiento estricto del programa electoral del PP, cuando se le ha traicionado en tantas otras promesas.

Porque el año 2013, el fatídico, se cierra con otro recorte más: la congelación del salario mínimo ínter profesional, uno de los más bajos de Europa. Se da la paradoja de que tenemos el triste orgullo de contar con una electricidad de las más caras del continente y con un salario mínimo de los más bajos. Por eso, a muchos, las palabras del presidente del Gobierno hablando de derecho a la esperanza, de recuperación económica, de perder el miedo, les han sonado a un mundo feliz o a un país multicolor donde unos salen a flote y otros se ahogan.

También resulto desalentador que no hubiera, como también ocurrió en el discurso del Rey, ni una mención a la corrupción, esa lacra que tan preocupada tiene a la opinión pública como reflejan las encuestas del CIS.

Rajoy cree, como los niños que juegan al escondite tapándose con las manos su propia cara, que lo que no se menciona no existe. Pero la corrupción, Barcenas/Gurtel, el paro, los recortes están ahí y los ciudadanos no son ni ciegos ni sordos.

Victoria Lafora

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