sábado, abril 20, 2024
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Declaración de intenciones

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Creo yo que redactar una columna periódica sobre temas variados, aunque con una cierta inclinación hacia el mundo de las letras y de la cultura en general, puede llegar a ser una actividad saludable, sobre todo para aquellos que tenemos una cierta tendencia a la dispersión intelectual. La disciplina que conlleva el enfrentarse a plazos perentorios supone ya de por sí un ejercicio benéfico, que junto con la humildad con la que se reciben los a menudo ácidos comentarios de los exigentes lectores, contribuyen a que los autores erráticos y no poco indolentes pongamos los pies en el suelo para encararnos con decisión a lo cotidiano.

No tengo intención de centrarme en la actualidad

No quiere esto decir, ni mucho menos, que tenga yo la intención de centrarme en la actualidad. Lo que pretendo, antes bien, es rememorar en estas páginas determinadas lecturas, algunos recuerdos y no pocas reflexiones que, por motivos más o menos válidos, creo que valdría la pena compartir.

No se espere encontrar en estas líneas mención alguna a la lista de las novedades literarias que nos esperan este otoño, ni mucho menos a los estrenos cinematográficos del curso que viene. Tampoco se hablará del contenido de la programación sinfónica u operística de la temporada que se inicia. Nada se dirá de las grandes exposiciones a las que inexorablemente tendremos que acudir en los próximos meses.

Abusando de la proverbial benevolencia de los lectores y la infinita paciencia de la dirección de Estrella Digital, quisiera centrar mis futuras columnas en comentar aquel libro que aunque no haya sido nunca mencionado por ningún sesudo crítico literario, -o tal vez por eso mismo-, merece la pena que pasemos una tranquila tarde disfrutando de sus páginas, o de aquel otro que nos cuenta, desde el silencio de los muchos años sin que nadie lo haya sacado del estante, hermosas historias que casi habíamos olvidado.

Lo que pretendo es tan sólo rebuscar en el pozo de mi propia memoria

Quisiera también recordar de vez en cuando aquella melodía que, en el tranquilo silencio de algunas noches, sin saber muy bien por qué regresa una y otra vez a nuestra mente. De la misma manera, creo yo que sería provechoso que recuperásemos la memoria de una escena de aquella película que, por los motivos que fuera, nos gustó de veras. Tal vez fuera bueno acordarnos también de la sensación al descubrir un detalle de ese cuadro o de esa fotografía vista años atrás.

No se piense, sin embargo, que quién sabe con qué pretensiones de exhibición erudita, me dispongo a hurgar en los baúles de los archivos sonoros, de las cinematecas o de los amarillentos catálogos de viejas exposiciones. Lo que pretendo es tan sólo rebuscar en el pozo de mi propia memoria, que será tal vez parecida a la de muchos lectores.

Estas son, por tanto, las intenciones que me guían. Otra cosa será, naturalmente, que este humilde cronista pueda estar a la altura de la tarea asumida.

Ignacio Vázquez Moliní

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