La Asamblea General de la ONU es el órgano plenario de la Organización porque están representados todos sus Estados miembros (193) y el principal órgano deliberante: un foro mundial. La agenda de la Asamblea General es muy extensa y abarca temas como el mantenimiento y consolidación de la paz internacional, el desarme, los derechos humanos, la asistencia humanitaria, la protección del medio ambiente, la cooperación al desarrollo, aparte de los temas internos relativos a presupuesto, relaciones con otros órganos, admisión de nuevos miembros junto al Consejo de Seguridad… Aunque sus resoluciones no son por lo general obligatorias, sino que tienen valor de recomendación, influyen en el ámbito jurídico. Sobre todo aquellas que enuncian principios de actuación en una determinada materia y se adoptan por consenso o amplia mayoría. Cada mes de septiembre, las intervenciones de los principales líderes mundiales en la reunión anual de la Asamblea son el foco de atención, pues inauguran y orientan los debates sobre los temas candentes de la actualidad internacional, desgraciadamente en muchos casos conflictos. Siempre es seguida con especial atención la intervención del presidente de los Estados Unidos por su peso específico dentro de la ONU y en las relaciones internacionales en general. No en vano se habla de su papel imperialista y de «policía del mundo».
Este mes de septiembre la intervención del presidente Obama ante la Asamblea ha sido particularmente interesante por la continuidad argumental de política exterior con los acontecimientos de los últimos días en relación a Siria. En este caso la continuidad se ha concretado en la oferta de diálogo –negociaciones- para solucionar la controversia con Irán en torno a su supuesto intento de uso militar de la energía nuclear. Los Estados Unidos han aceptado -como no podría ser de otro modo- el derecho al uso pacífico de la energía nuclear por Irán que, por su parte, se ha comprometido inequívocamente a no desarrollar armas nucleares, de conformidad con su participación en el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Un aspecto importante en estas negociaciones será si el nuevo gobierno iraní acepta o no las inspecciones del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) relativas a la no proliferación nuclear, sin restricciones.
Las relaciones entre los Estados Unidos e Irán están muy dañadas desde la crisis de los rehenes en el consulado de los EEUU en Teherán, ocurrida en 1979 durante la revolución islámica. Irán está sujeta a sanciones internacionales por su programa nuclear. Pero si se confirma el giro actual de los Estados Unidos hacia la solución pacífica de las controversias antes que al uso de la fuerza –y Obama ha hablado de los «Derechos del pueblo iraní»- quizá pueda inaugurarse una nueva época de mejora de las relaciones entre ambos países que permita también finalmente alcanzar el objetivo tan difícil de llevar a buen término el conflicto derivado de la ocupación de Territorios Palestinos por Israel, país que, por cierto, sí que tiene armamento nuclear y no ha suscrito el TNP. Este es un tema, entre tantos otros, en el cual se aplica manifiestamente la política del doble rasero.
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Julio Vives