viernes, abril 19, 2024
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Cadenas que (m)atan

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España está atada por las cadenas de la ineficacia de muchos años y por la corrupción desaforada de estos últimos, y tal vez estamos pagando el precio de los errores políticos, incluso en el terreno deportivo. Mariano Rajoy y el Partido Popular están atados por las cuentas de Luis Bárcenas y será difícil que sean capaces de romperlas sin pagar un precio muy alto. El Partido Socialista sufre las ataduras de los errores de Zapatero, su autocomplacencia y su incapacidad para resolver los problemas de todos, no digamos los suyos. Lejos de nosotros, Obama puede romper ahora las cadenas que lo atan -inmerecidamente- al Premio Nobel de la Paz, presionado no sólo por el genocidio de un dictador sino por los intereses comerciales de los señores de la guerra. Una decisión equivocada como la que puede tomar en Siria, en lugar de buscar el acuerdo internacional para acabar de verdad con El Assad, será su cadena con la Historia.

Aquí en España, el éxito de la cadena humana del 11 de septiembre será una condena para Artur Más. Él solo desencadenó un proceso que puede tener consecuencias dramáticas para Cataluña y para el resto de España. Él solo se encadenó a la vía independentista ante su incapacidad para solucionar los problemas de Cataluña. Él solo vendió el seny a cambio de un plato de lentejas virtual. Pero no ha sido él solo el que ha contribuido a crear un clima en el que hasta los catalanes que se sienten catalanes y españoles están más cerca de fórmulas de ruptura que de continuidad. No solo fue la estulticia de Zapatero al prometer que aceptaría decisiones anticonstitucionales o al forzar un Estatuto imposible. Los últimos Gobiernos de España no han invertido tiempo -ni dinero- en Cataluña para explicar la verdad, para informar y para convencer, para que nadie se sintiera huérfano. Como dice un excelente columnista de La Vanguardia, Rafael Nadal, ha faltado «audacia en Madrid y liderazgo y responsabilidad en Cataluña» para construir una  tercera vía entre el independentismo rupturista y el unionismo involucionista. Y esa carencia es una grave irresponsabilidad del poder central y de las viejas clases dirigentes, también de los empresarios, de Cataluña.

Eso permite que otro columnista del mismo diario escriba cosas tan peregrinas como que «Castilla, que manda en España desde La Moraleja y Puerta de Hierro es «el presente eterno» y Catalunya es «el futuro eterno», y lo es porque no manda»(¡). «Castilla es como las imágenes de sus Cristos, siempre dolientes, nunca resucitan. De un barro prieto… Catalunya, que no tiene Cristos de barro, sino venus de espuma marina y nubes de alambre y diseño es el futuro eterno… ente rotundamente propio». ¡Toma castaña!  

 Es posible que ahora se esté hablando con discreción y mesura entre quien manda en España y quien manda en Cataluña y negociando cómo salir del lío en que nos han metido sin que el peso de las cadenas acabe hundiendo más a Cataluña y arrastrando al fondo a España. Pero solos no pueden. Necesitan, como en la economía, como en el movimiento olímpico, pero sobre todo en la política, proyecto, programas y liderazgos compartidos. Y mucho sentido común.

 

Francisco Muro de Iscar

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