viernes, abril 19, 2024
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Madrid 2020 y cruzando los dedos

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Mañana sábado se libra en Buenos Aires una votación que la mayoría de los españoles vamos a seguir con expectación, esperanza e ilusión. Cuando todos nos vemos atenazados por la crisis, cuando el camino que queda por delante sigue siendo largo y duro, cuando desde la política llegan percepciones e informaciones poco gratificantes, no deja de ser una cierta terapia colectiva poner la atención en un objetivo ampliamente compartido.

Como todo proyecto, que Madrid sea la sede de los Juegos Olímpicos en el 2020 tiene sus detractores, pero la experiencia ya vivida en España con ocasión de los JJ.OO celebrados en Barcelona en 1992, nos indica que nada malo dejaron. Al contrario. La capital catalana se abrió al mar, se crearon puestos de trabajo, se colocó en el mapa internacional con extraordinaria pujanza y demostramos al mundo que somos capaces de hacerlo tan bien como los mejores.

Una alegría que están dispuestos a compartir millones de españoles, un objetivo compartido que elevaría la moral colectiva

Las noticias que llegan de Buenos Aires transpiran buenas vibraciones, pero la prudencia se impone. De poco o nada sirven las cábalas previas. ¿Puede influir el conflicto con Gibraltar para que algunos votos nos den la espalda? ¿Importa tanto el escape radiactivo de Fukushima para descartar a Tokio? ¿Estarán pensando algunos que si los juegos vienen a Madrid se hace una faena a Paris en el futuro próximo? No hay que caer en la ingenuidad de que en Buenos Aires y antes de Buenos Aires no funcionan los lobbys. Candores, los justos, pero expectativas, todas.

Conseguir los Juegos en 2020, supondría una extraordinaria noticia. Una alegría que están dispuestos a compartir millones de españoles, un objetivo compartido que elevaría la moral colectiva y ambas cosas nos faltan: adolecemos de objetivos que nos unan y la moral nacional no pasa por su mejor momento. Esta comprobado que el deporte y más en concreto el fútbol ha servido y sirve en nuestro país como un extraordinario aglutinante. Solo cuando gana la selección nacional se nos van las vergüenzas y esgrimimos la bandera sin complejo alguno y esto solo por poner un ejemplo.

Los que están sobre el terreno, además de buenas vibraciones ponen de relieve el extraordinario papel del Príncipe. «Su disciplina y trabajo hace que, con Juegos o sin ellos, aquí todos sintamos un íntimo orgullo». Pues eso, sintámonos orgullosos de lo ya hecho, que no es poco, y crucemos los dedos para acoger con alegría el triunfo que puede llegar y con dignidad y sin llantos lo contrario. A horas de la votación, todo es posible.

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Charo Zarzalejos

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