jueves, marzo 28, 2024
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No a la guerra

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El Papa Francisco lanzó ayer «un grito por la paz». «Nunca más la guerra, la guerra llama a la guerra, la violencia llama a la violencia. No es la cultura del conflicto la que construye la convivencia, el encuentro. El diálogo es el único camino para alcanzar la paz» dijo en el Ángelus del Vaticano. Pero Estados Unidos, con la ayuda de otros países como Francia, se prepara para una guerra en Siria, que parece muy difícil que detenga el Congreso norteamericano. Una acción que, según el presidente Obama, Premio Nobel de la Paz, será «una intervención militar limitada que no pretende derrocar al dictador El Asad», sino frenar su ofensiva y dar respuesta al ataque a ciudadanos civiles con armas químicas.

Durante dos años, Europa, Estados Unidos y las Naciones Unidas han mirado para otro lado, a pesar de los cientos de miles de muertos y los millones de refugiados que han tenido que huir a otros países.

Hay que acabar con el conflicto mediante la presión al dictador

Durante dos años interminables, los opositores a El Assad no han contado con la ayuda necesaria para que su lucha fuera en igualdad de armas con la terrible maquinaria del genocida. Siria no era Egipto ni Túnez y la primavera árabe era menos primavera en Damasco.

Durante dos años, y ahora de nuevo, Rusia -con el apoyo de China- prefiere defender sus intereses económicos y geoestratégicos antes que obligar a El Asad a que acabe con esta matanza de inocentes.

Durante estos dos años y, previsiblemente, aún más en las próximas semanas, miles de niños han muerto y van a morir sin que nadie haya levantado una voz por ellos. Niños que como también ha dicho el Papa, no podrán ver la luz del futuro.

Durante no dos años, sino muchas décadas, las naciones occidentales se han aprovechado del mundo árabe y no han tratado de establecer verdaderos puentes de diálogo y de impulso a su progreso, que es la única salida posible frente a los dictadores y los fanatismos. Ahora, una acción militar limitada en el tiempo y en su intensidad, que, además, no ponga las bases para la salida definitiva de El Asad, sólo servirá para fortalecerle como víctima de una agresión internacional, para dar más fuerza a los integristas árabes, para aumentar el número de víctimas y para incrementar la represión.

Antes de la intervención militar hay que forzar el diálogo y la negociación entre las grandes potencias y entre éstas y el régimen de El Asad. Hay que acabar con el conflicto mediante la presión al dictador, un genocida que debe ser juzgado y condenado, y poniendo las bases para un futuro de paz. La comunidad internacional debe ser capaz de encontrar métodos para promover iniciativas por la paz. Si no es capaz de conseguirlo, ¿para qué sirve? Ni en Irak ni en Afganistán ni en ningún otro sitio la intervención militar ha sido la solución. En Siria tampoco lo es. Los que deciden serás juzgados por su conciencia y por la historia.

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Francisco Muro de Iscar

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