jueves, marzo 28, 2024
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Rosalía, la costurera

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No he tenido el gusto de conocerla, pero si la oportunidad de hablar de ella con personas que la conocieron cuando ya sus tiempos de costurera habían quedado atrás. Habían quedado atrás en el calendario pero no en su memoria. Aquellos tiempos duros, me cuentan, marcaron su personalidad, su forma de entender la vida y el mundo e incluso la forma de entenderse a sí misma. Rosalía Mera ha sido un ejemplo de perseverancia, de trabajo duro y de discreción. Nadie más alejado que ella del cliché de «nuevo rico», de las extravagancias, de la frivolidad. Su matrimonio con Amancio Ortega fue un matrimonio por amor. Sus dos hijos fueron su auténtico universo; sobre todo su hijo, paralítico cerebral. Un golpe duro, muy duro por el que nunca protestó ni a sus más íntimos. Me dicen que lo aceptó con la misma elegancia, con la que aceptó el éxito «pero le marcó la vida».

Ha sido un ejemplo de perseverancia, de trabajo duro y de discreción

Ha muerto una auténtica luchadora que en sus inicios no pudo ni siquiera imaginar que algún día se iba a convertir en la mujer más rica del mundo. Su riqueza la llevó con la naturalidad y la discreción propia de quien siempre ha sido muy rico. La diferencia es que ella no nació rica. Se hizo rica y el dinero no le hizo perder la cabeza. Todo lo contrario. Su impronta ha quedado en multitud de iniciativas siendo PAIDEA la más querida por ella. Se la inspiró su hijo y la puso en marcha pensando en los hijos de otras mujeres.

Rosalía Mera me suscita una especial admiración. En una sociedad en la que el «tener» vale más que el «ser», en la que la gente, en cuanto tiene un duro se disloca por salir en el colorín y olvida con enorme facilidad de donde viene, en la que se pierde el sentido del ridículo hasta provocar vergüenza ajena y en la que los «nuevos ricos» pasan por la vida dejando solo dinero y muchas horas de gimnasio e inyecciones de botox, Rosalía Mera se me antoja una mujer excepcional y realmente lo es. Daba gusto hablar con ella y no dejaba de impresionar verte ante la mujer más rica de España sin que esa circunstancia te hiciera olvidar, porque ella era así, que era, de profesión, una costurera».

Morirse le ha costado menos esfuerzo que vivir y en Oleiros, a las afueras de La Coruña, su cuerpo descansa después de un adiós tan discreto como sentido. En ella se hace cierto ese aserto según el cual, morimos como vivimos. Ella vivió con enorme discreción y así, de manera discreta, sin ruidos y sin estridencias, su cuerpo ya forma parte de la tierra que nunca quiso abandonar. Un ejemplo.

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Charo Zarzalejos

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