viernes, abril 19, 2024
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Agosto como refugio

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El verdadero lujo de agosto es el silencio. No importa el lugar sino la capacidad para el aislamiento razonable. Observar desde dentro de uno mismo el destrozo al que nos están abocando con el manejo de esta crisis. Tardes de runruneo, aunque sea en el parque del Retiro. No conozco mucha gente que planifique su existencia en proyectos sucesivos y complementarios.

Ahora, la mayor parte de los ciudadanos dependen, en sus vidas, de decisiones ajenas que les alejan irremisiblemente de los parámetros en los que habían dibujado su existencia. Si tener trabajo casi es un milagro, ¿como diseñar el resto de la existencia? Discurrir, deslizarse por la pendiente de la vida, se ha convertido, al mismo tiempo, en método y objetivo. La época de las certezas ha sido destruida al mismo tiempo que los recortes que se empeñan en llamar «agenda reformista». Ni siquiera las palabras y los conceptos están acuñados para responder a su esencia. Todo es variable y voluble; depende de voluntades ajenas dictadas por quienes no están dispuestos a someterse a ninguna norma que achique sus espacios de privilegio.

Cada encuesta confirma la ascendente desafección hacia todo el entramado constitucional

El sopor de la tarde en agosto permite una distancia con la realidad para que los hechos concretos no oculten la maraña de los problemas en su globalidad. Nadie se fía de nadie. Sobrevivir por encima de las expectativas de los conciudadanos es la única esperanza.

Nadie hace caso a las alarmas. Sucede como en la realidad. Cuando se dispara el dispositivo que debe alertar del robo en una casa o un coche, todo el mundo se aferra a la posibilidad de que se haya puesto en marcha por error. Esa apreciación alivia de la obligación de comprobar lo que ocurre. Les pasa a los partidos y a las instituciones: cada encuesta confirma la ascendente desafección hacia todo el entramado constitucional. De la Corona para abajo nadie aprueba pero nadie rectifica. Se dejan llevar a la catástrofe que será de todos.

Agosto también se deslizará sobre la certeza de que llegará septiembre. Retomaremos los problemas en un punto de mayor gravedad que donde los dejamos. Quienes tienen sueldos y vidas abusivas seguirán imponiendo bajadas de sueldos y de nivel de vida. La distancia entre las clases sociales enfila hacia una situación semifeudal. Y perderemos el silencio de agosto con el ruido ensordecedor de la política; cacareo de frases hechas, consignas en la que ya no crece nadie. Nuestra única esperanza es que no nos roben el silencio del próximo agosto.

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Carlos Carnicero

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