jueves, abril 25, 2024
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Los que nos quieren salvar

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España necesita reformas profundas y hay que emprenderlas. Para eso se eligió un Gobierno y se le dio mayoría absoluta. Si alguien entiende eso como un cheque en blanco se equivoca de principio a fin. Los resultados de las encuestas demuestran que el Partido Popular ha dilapidado el crédito y que el Partido Socialista no es alternativa. Por eso, hablar de moción de censura es un disparate. Pero aunque no la haya, el Gobierno debería aprovechar estos días de agosto para reflexionar por qué los ciudadanos le están dando la espalda.

Si te comportas mal, te reforman sin preguntar ni tener en cuenta tu opinión y si te comportas bien, te tratan igual

Una razón puede estar precisamente en la falta de diálogo, de acuerdos. En muchos casos ni siquiera lo han intentado. No sólo no hay diálogo en el Parlamento -que es la esencia de la democracia- sino en ningún otro sitio. La reforma laboral se aprobó sin los sindicatos y sin los empresarios; la educativa sin los profesionales que la tienen que aplicar; la de la justicia se está haciendo de espaldas a los jueces, a los abogados, a los secretarios judiciales, a los fiscales…; la autonómica y la municipal sin las autonomías y los ayuntamientos. Y la última, la de los Colegios Profesionales, sin que éstos hayan tenido voz ni voto y después de que el ministro de Economía reconociera pública y formalmente que este sector es uno de los que mejor se está comportando en la crisis. Es decir, que si te comportas mal, te reforman sin preguntar ni tener en cuenta tu opinión y si te comportas bien, te tratan igual. Y en todos los casos, estas reformas casi siempre van sin una memoria económica y sin una memoria de impacto normativo. ¿Y a quién le importa? El ministro De Guindos puede decir que la reforma de los servicios profesionales «va a tener un impacto a corto y medio plazo de 7.000 millones de euros» sin aportar ningún documento que lo avale. Y lo que no se conoce ni se aporta no se puede rebatir. A lo mejor de eso es de lo que se trata.

Si suma usted a los miles de ciudadanos, de trabajadores, de docentes, de profesionales sanitarios, de funcionarios, de jueces, fiscales y abogados, y a sus familiares cercanos que están comprobando cómo les cambian las reglas de juego sin contar con ellos, sin debate previo y sin explicación posterior, tal vez se entienda esa desafección ciudadana.

Es posible que algunos piensen que nos están salvando del desastre, pero no estaría de más que nos preguntaran cómo queremos salvarnos y qué opinamos de lo que quieren hacer. Es muy fácil: se trata simplemente de escuchar a los que les votaron -y a los que no- y a quienes tienen que aplicar las reformas. No es tiempo de salvadores. Es tiempo de democracia real y participativa.

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Francisco Muro de Iscar

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