sábado, abril 20, 2024
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Una profesora estricta

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Cuando estudié bachillerato la asignatura de Gimnasia era una de las «marías», junto con la Religión y la Formación del Espíritu Nacional. Hacíamos gimnasia con el abrigo puesto y, si alguno de los profesores hubiera solicitado que acudiéramos a clase con chandal, hubiéramos dado muestras de estupor, porque es posible que sólo un par de alumnos de los cuarenta o cincuenta que componían la clase supiera qué era un chandal. Más aún: nuestros padres no hubieran entendido llevar a cabo un gasto superfluo, cuando era difícil conseguir comida. Ningún abogado, ningún ingeniero, ningún matemático se malogró porque le suspendieran en Gimnasia.

Con el tiempo, he cambiado de opinión. La Gimnasia me parece un elemento importante de la formación integral, y entiendo el principio romano de «mens sana in corpore sano». Pero no hasta el punto de que una chica con nota media alta, que juega en un equipo de baloncesto de élite, de raza negra, sin recursos económicos, que habla cinco idiomas, y a la que la Universidad de Edimburgo le ha ofrecido una beca para estudiar, pueda ver cómo todo se viene abajo, porque la profesora de gimnasia la va a suspender, debido a que no nada en la piscina como la profesora exige.

Esto ocurre en Cataluña, o está a punto de ocurrir, si el sentido común no se impone, y lo que se impone es la soberbia de una profesora que está dispuesta a estropear la vida de una alumna por un estúpido y mal entendido principio de autoridad. Y, si la suspenden en junio, la chica se queda sin beca y el sueño de licenciarse por la Universidad de Edimburgo se desvanecerá y puede que, como su madre, que trabaja en lo que sale, la chica se convierta en una empleada doméstica de provecho. Si ello es así mi opinión es que la profesora actúa como una tonta contemporánea, facción empecinada, y, lo peor, habrá obrado, no como una profesora estricta, sino como una mala persona.

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Luis del Val

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