sábado, abril 20, 2024
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La iluminación de la Gürtel y la ofensa a Ana Botella

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Ana Botella ha sido muy explícita al explicar la extraña relación de la trama Gürtel con los asuntos de familia. Se ha limitado a decir «la duda ofende». Pero es que no hay dudas; por lo tanto no puede haber ofensas.

La boda de una hija suele ser un entrañable asunto de familia. Quienes todavía creen en esas cosas, tienen cuidado con los invitados, con los regalos y con el menú. Hace falta un grado de intimidad notable para algunos regalos. Se puede mandar una bandeja de plata, o de alpaca, según el dinero que se disponga para corresponder a la invitación. O recurrir a seleccionar algo de la lista de bodas. Ya sé que todo esto forma parte de las convenciones de una burguesía que asienta sus relaciones en la celebración de una boda familiar. Allí van los amigos o los compromisos.

En la de la hija de José María Aznar se tiró la casa por la ventana, pero ahora se ha descubierto que la pólvora de ese evento no salió, por lo menos una parte, de la cuenta corriente de los padres de los contrayentes. Francisco Correa pasaba por allí y pagó la luz. Debió ser una luz cegadora.

Para las hemerotecas ha quedado la imagen de Francisco Correa haciendo el paseíllo en la explanada de El Escorial. Pelo engominado, rizos en el cogote, un chaqué como si lo llevará desde el día siguiente del bautizo. Y esa mirada que tienen los poderosos que han construido su fortuna desde la miseria de la corrupción.

No hay nadie tan despilfarrador o descuidado que invierta tanto en la luz de la boda de un conocido si no esperara recibir algo a cambio

No parece el mismo hombre que está en la cárcel. La prisión tiene muchas complicaciones, pero homologa un poco a todos los enjaulados. La prisión diluye la soberbia en los largos y rápidos paseos por el patio.

A Ana Botella la duda le ofende. Porque debe entender que regalos de 32.425 euros en una cosa usual que no obliga a enterarse de quien es tan espléndido sin ser muy cercano a la familia.

Las contraprestaciones de los regalos nunca se explicitan. Nadie es tan incorrecto de pagar la iluminación de una fiesta de boda de unos conocidos poniendo en la tarjeta lo que se espera recibir a cambio. Incluso los más golfos son más sutiles. Pero todo esto forma parte de un universo que a la inmensa mayoría de los ciudadanos nos resulta ajeno. Entre otras cosas porque no se nos ocurriría invitar a Silvio Berlusconi ni a Francisco Correa a la boda de nuestra hija.

José María Aznar está retratado en sepia a lo largo de las últimas semanas. Sobresueldos del partido, incluso ya siendo presidente de Gobierno. Y el descubrimiento que para iluminar la fiesta de la boda de su hija -atención, solo las luces- la trama Gürtel invirtió, nunca mejor dicho, más de treinta mil euros. Tanta luz ha terminado por sacar a primer plano mucha porquería. Y naturalmente que la duda ofendería a la razón. No hay nadie tan desprendido, despilfarrador o descuidado que invierta tanto en la luz de la boda de un conocido si no esperara recibir algo a cambio. La respuesta está a la vista. No hay más que repasar la lista de contratos que consiguió Gürtel en las contrataciones con las instituciones que gobernaba el PP. Yo personalmente, señora alcaldesa de Madrid y madre de la esposa de Alejandro Agag, no tengo ninguna duda y por eso espero no ofenderle.

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Carlos Carnicero

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