jueves, abril 25, 2024
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No me creo la EPA

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No me creo la EPA. Y no me la creo por muchas razones pero, especialmente, porque no es más que una encuesta y las encuestas, en España, son manifiestamente mejorables. Y lo son no tanto por los métodos que usan sino por lo que mentimos los españoles en ellas. A los españoles no le gustan las encuestas y mienten cuando les preguntan. Por aparentar más que por otra cosa. Y los ejemplos son innumerables y de todo tipo. El Buscón don Pablos se echaba migas en la barba para que la gente pensara que había comido y cuando nos preguntan en la calle que programa de TV vemos muchos contestan que los reportajes de National Geographic cuando la mayoría ve Sálvame de Luxe.

No me lo creo como no se lo cree mucha gente más importante

Por eso tampoco me creo que haya 6,2 millones de parados en España, el 27,6 % de la población activa. Y no me lo creo como no se lo cree mucha gente más importante. Como, por ejemplo, el diario francés Le Monde o Ram Bahvnani, el millonario de origen indio que lleva muchos años en España y empezó vendiendo alfombras.

España no puede tener 6,2 millones de parados porque habría saltado ya por el aire. ¿Y por qué no lo ha hecho? No salta por el aire porque somos el país de Rinconete y Cortadillo, el país de los pícaros. El país-padre de la economía sumergida. Una economía sumergida que supone, según las estimaciones, entre el 20 y el 25% del Producto Interior Bruto (PIB) español. Y eso es mucho. Pero, al mismo tiempo, España es la nación-madre de la solidaridad familiar pese a que lo niegue la progresía.

Le Monde, en su artículo, recuerda que en España hay 1,9 millones de hogares con todos sus miembros en paro. Y eso, de ser así, significaría que, a una media de 4 personas por hogar, habría casi 8 millones de personas sin tener para comer. Y ese dato es matizable ya que ¿cuántos de ellos tienen un trabajo no declarado?

¿cuántos de ellos tienen un trabajo no declarado?

Le Monde no contesta. Dice que hablar de ello en España es «tabú» pero recoge unas palabras de Lorenzo Amor, presidente de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), en las que asegura que «el empleo en negro aparece a plena luz del día, en las farolas o en las paradas del autobús» en forma de anuncios tales como «trabajos a domicilio, pintor, cursos de inglés o taxi al aeropuerto». Amor se lamentaba de la «competencia desleal» que los trabajadores no declarados infligen sobre el resto pero asume que es una realidad. Incluso, la propia FECOHT-CCOO asegura que «Sin la economía sumergida, en España ya habría habido una revolución».

Y es que, desgraciadamente, España es uno de los países del mundo con mayor economía sumergida. Para el Instituto de Estudios Económicos (IEE), en 2012, España ocupó el puesto 51 de 59 países. A ocho puestos de ser récord mundial.

Es cierto, en cualquier caso, que la cifra de paro es superlativa. Insufrible e intolerable. Pero niego la mayor. Niego la cifra publicada en la EPA.

Y creo que, en lugar de rasgarnos las vestiduras, deberíamos hacer algo por salir. Y una buena cosa sería, por ejemplo, que los españoles empezásemos a dejar de pensar en derechos y comenzásemos a pensar en deberes. Nos iría a todos mucho mejor.

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