jueves, marzo 28, 2024
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Claras diferencias

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El atentado cometido la pasada semana en Boston por dos hermanos chechenos con motivo de la maratón celebrada en dicha localidad y en el que murieron tres personas y resultaron heridas cerca de doscientas, ha puesto de manifiesto la especial forma de reaccionar ante estos hechos, tanto de las autoridades e instituciones como de la propia sociedad americana. Sin quererlo, surgen las comparaciones con lo que en muchas ocasiones ha sucedido en un país como el nuestro tan castigado durante años por el terrorismo.

Ocho miembros de las juventudes de ETA fueron protegidos durante varios días por el ayuntamiento

Lo primero que habría que destacar tras el atentado de Boston es la unidad que se vivió a todos los niveles. Las autoridades hablaron en la misma longitud de onda: desde el presidente Obama, pasando por el gobernador del Estado o el alcalde de Boston. El mensaje unitario que se lanzó a la opinión pública fue que los Estados Unidos de América no iban a permanecer impasibles ante ese ataque, tuviera el origen que fuera, que los autores serían más temprano que tarde detenidos y que pagarían por sus crímenes. Idéntica actitud se dio entre los diferentes cuerpos policiales que participaron en la investigación del atentado. Actuaron con celeridad y perfectamente coordinados. Tenían clara la prioridad: detener a los terroristas, cosa que sucedió en cuarenta y ocho horas.

Con todo, lo más llamativo no fueron esas reacciones de las autoridades y la eficaz actuación policial, sino el comportamiento y la colaboración ciudadana. Durante más de veinticuatro horas, a petición de los responsables policiales, los habitantes de Watertown permanecieron recluidos en sus casas ante el riesgo de que el terrorista que había conseguido huir del enfrentamiento con la policía en el que murió su hermano, pudiera provocar algún incidente más. Cuando fue detenido, gracias en parte a esa colaboración ciudadana, las muestras de júbilo tanto en Watertown como en Boston se exteriorizaron con la gente saliendo a la calle con banderas americanas y cantando el himno de su país.

En España, más concretamente en el País Vasco, muchas veces ha sucedido todo lo contrario. Hace muy pocos días, el exjefe de ETA, Javier López Peña, «Thierry», fue recibido en el aeropuerto de Sondika por dos centenares de simpatizantes que profirieron gritos a favor de la banda terrorista. Y en San Sebastián, la pasada semana, ocho miembros de las juventudes de ETA condenados por la Audiencia Nacional que tenían que ser detenidos por la Ertzantza fueron protegidos durante varios días por el ayuntamiento de la capital donostiarra, en manos de Bildu, y por unos trescientos simpatizantes, que formaron una especie de escudo humano a su alrededor. Son solo dos ejemplos de una forma muy diferente de entender la reacción frente a los enemigos de la democracia.

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Cayetano González

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