El fallecimiento del gran humanista José Luis Sampedro es una muy mala noticia, tanto por su personalidad humana como sobre todo por su significación cultural y política. Qué pena que no hubiera sido veinte o treinta años más joven y así haberlo tenido aquí mucho tiempo más. El escritor, pensador y economista había llegado a la edad de 96 años con plena lucidez y ganas de seguir trabajando por cambiar este mundo y esta España, tarea que jamás había sido tan necesaria. Eso lo demuestra el hecho de la exagerada atención mediática a la muerte de Margaret Thatcher, que tanto hizo por cambiar este mundo… pero en dirección contraria a la de Sampedro. Nuestro hombre ha estado siempre en vanguardia de la lucha por ese cambio, dentro del movimiento que trata de darle la vuelta al actual estado de cosas, con ideas como «otro mundo es posible», o «no nos representan», o «democracia real ya», con el 15M y demás sueños/aspiraciones de las mejores gentes en los últimos tiempos. Sampedro y todos los componentes de ese sueño son la única esperanza que vemos desde este pozo negro.
Había llegado a los 96 años con plena lucidez y ganas de seguir trabajando por cambiar este mundo y esta España
Su muerte es una pésima noticia, sí, pero su fuerza va a quedarse y va a crecer entre nosotros. De momento, para que no perezcamos de desesperación ante la horrenda realidad que festonean hechos como la imputación de la infanta Cristina, la canallesca reacción de ciertos poderes políticos y mediáticos contra los escraches, la broma de la ley de transparencia y demás vergüenzas de los últimos días. Y a medio y largo plazo, para tener un apoyo y una referencia de fortaleza necesaria para hacer frente al derrumbamiento de lo que queda del Estado de Bienestar y de las libertades ganadas durante dos siglos en Europa y durante tres décadas en España. De José Luis Sampedro nos queda también su ejemplo de generosidad, desprendimiento y grandeza en estos tiempos de gürtels, bárcenas, nóos, amigos de narcos y demás calamidades que nos afligen cada día, sin que de momento se haya producido la reacción implacable y eficaz que esperamos todos los que creemos que es posible y necesaria.
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Pedro Calvo Hernando