sábado, abril 20, 2024
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De nada en exceso

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Cada día tengo mas dudas acerca de si la Historia que conocemos refleja, de verdad, la verdad de los hechos acaecidos a lo largo de los siglos. Lo digo al hilo del dispar y más que opuesto juicio que despachan los diferentes medios y opinantes a propósito de la figura y el legado de Margaret Thatcher. La cosa, ya digo, va de extremos. Medios hay que tras elevarla a los altares y proclamarla santa del dogma liberal dicen que su mayor virtud fue arrebatar al Estado lo que estaba mejor en el bolsillo de los ciudadanos -es una forma como otra cualquiera de definir las privatizaciones llevadas a término en el Reino Unido por la Dama de Hierro-. Otros la desciende hasta los infiernos situándola en el origen de la crisis que nos acogota al haber sembrado en los setenta la semilla de la doctrina que señaló al Estado como el culpable de todos los males económicos que padecen las sociedades modernas a la vez que predicaba que el Mercado era la panacea para todos los daños causados por el intervencionismo de los gobiernos de izquierdas. Al tiempo que sus feligreses presentan el liberalismo a ultranza -que tiene su Vaticano en la City londinense desde donde se expanden al mundo los productos financieros más sofisticados, aventureros y opacos-, como el gran legado de Thatcher, sus críticos lo señalan como el origen de la crisis especulativa que empezó tumbando a Lheman Brothers y todavía tiene contra las cuerdas al euro.

Dicen que la mayor virtud de Thatcher fue arrebatar al Estado lo que estaba mejor en el bolsillo de los ciudadanos

La desregulación que mundializa la libre circulación de capitales, vista como virtud frente a la visión opuesta de quienes etiquetan el fenómeno como capitalismo de casino. Ya ven, la misma obra política, da pie a las más opuestas interpretaciones. Con todo lo expuesto vuelvo al principio para recalar de nuevo en la duda. Si sobre alguien a quien hemos conocido, con quien hemos convivido día a día en las noticias de los medios, se despachan juicios tan dispares y por lejanos, tan extremos, ¿qué podemos pensar de todo aquello que aconteció en siglos pretéritos? ¿Será verdad que el Cid ganó batallas después de muerto? ¿Fue Nerón el autor del incendio de Roma? ¿Escribió Shakespeare las obras que se le atribuyen? Napoleón, ¿fue, en verdad, el rayo de la guerra que cuentan los libros? Si quienes ahora solo ven virtudes en los años de gobierno de Adolfo Suárez resulta que son los mismos que le desollaron cuando estaba en el poder ¿cuándo decían verdad? ¿Será verdad que nada es del todo como parece y que la única verdad de las mentiras es que cada uno cuenta la historia según le va en ella? En fin, permanecer en la duda, quizá sea lo más razonable. O de nada en exceso, como recomendaban en Delfos.

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Fermín Bocos

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