viernes, abril 19, 2024
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Mercedes Alaya, el junco

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Mercedes Alaya es la auténtica jueza estrella de estos momentos en España. Y sin quererlo. No como el inefable prevaricador o este juez que se lo creyó porque su mujer le escribió un libro, al que, por cierto, hubo que quitar páginas porque contaba cosas que no podía contar y se entremetía en el derecho al honor del abogado José Luis Abascal. Todo por la gloria. Por su propia gloria.

Alaya no es más que una jueza de provincias que anda por la calle arrastrando un carrito-maleta

En cambio, Alaya no es más que una jueza de provincias que anda por la calle arrastrando un carrito-maleta como si viniera de la compra, pero en el que debe haber papeles de los EREs andaluces que avergonzarían a Luís Roldán o al mismo Juan Guerra, por poner dos ejemplos, ya que cuentan el mayor escándalo político de la democracia. Papeles que, posiblemente, terminen con la política clientelista que ha mantenido al PSOE en Andalucía desde que hay democracia en España. Algo normal, por otra parte, por aquello de que si el poder corrompe, el poder absoluto, como el que ha habido en la tierra de María Santísima, corrompe absolutamente.

El caso es que la aparente fragilidad de esta mujer está resultado ser como la del junco, al que pueden derribar las tempestades o el desbordamiento de los ríos pero el junco siempre vuelve a erguirse, a ponerse de pie. La podrán doblar e incluso conseguir que enferme pero ella, como el junco, siempre vuelve a enderezarse.

Y digo esto porque a Mercedes Alaya ya llevan mucho tiempo intentado desacreditarla con insidias e infundios. Y con presiones muy poderosas. Tan poderosas como las tempestades o las pisadas de botas sucias de lodo. Pero no la están doblegando.

Empezó, hace año y medio, Alfonso Guerra. Uno de los tipos que habría que olvidar para siempre porque, entre otras cosas, fue el autor intelectual de la muerte de ‘montesquieu’ en España, cuando se cargó el poder judicial, politizándolo. Su lengua viperina ya habló de la fuerte relación personal de la jueza con el actual alcalde de Sevilla. Cuidó mucho las palabras y las palabras, especialmente en el idioma español, tienen muchos significados. Tantos que, la mayoría de las veces, son imposibles de juzgar su intención.

A Mercedes Alaya ya llevan mucho tiempo intentado desacreditarla con insidias e infundio

Después vino Gaspar Zarrías, el Rasputín de Manuel Chaves y uno de los salpicados por el caso de los EREs y actual miembro de la dirección del PSOE, y denunció la «sintonía pintoresca» que percibía entre la actuación de Alaya y la del PP, así como los «errores más allá del bulto» en los que, a su entender, incurría la juez. Otro pájaro. Como su maestro, dejó la insinuación en el aire.

Hace poco, Elena Valenciano (ay, Elenita, eres el más claro ejemplo del principio de Peter en España) calificó de «rara» la decisión de Alaya de mandar a prisión al exconsejero Antonio Fernández, además de ironizar con que a los populares andaluces, tras relevar a Javier Arenas, sólo les quedaban «el juez de Sevilla» -en referencia a Zoido- y «alguna jueza» -en clara alusión a la magistrada de los EREs-.

También jugó a arrasar el junco Manuel Chaves, otro de los señalados en la trama. El ex presidente de la Junta de Andalucía consideró que las decisiones de Alaya tenían la intención de influir en las elecciones generales de 2011. «La señora jueza está en plena campaña electoral». Pensaba el ladrón, como dice el refrán, que todos son de su igual condición.

La propia Junta ha empezado ya a ponerse nerviosa y a lanzar puyitas

Incluso, la propia Junta ha empezado ya a ponerse nerviosa y a lanzar puyitas… Y a mí todas estas insinuaciones me suenan a campañita. Campañita como las que se llevaron a cabo desde la calle Ferraz contra los magistrados Barbero -instructor de Filesa-, Gómez de Liaño -quien llevó el caso Lasa y Zabala- o con el mismísimo Baltasar Garzón. El felipismo la emprendió contra el prevaricador cuando, en los años 90, impulsó la investigación del secuestro de

Segundo Marey por los GAL y puso la X en lo alto de la pirámide de los GAL.

Pero, esta vez, creo que han pinchado en hueso… No es fácil, como decía, doblar a un junco pero es casi imposible arrancarlo.

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La sonrisa de la avispa

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