miércoles, abril 24, 2024
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De aquellos polvos, estos lodos

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En diferentes artículos publicados en esta columna semanal, he intentado desgranar las causas que han conducido a España a liderar la Champions League del desempleo. También he propuesto desde estas páginas digitales medidas para paliarlas. Sin embargo, hasta el momento había dejado en el tintero una de las razones que explican nuestros 6 millones de personas sin trabajo: la baja calidad de nuestro sistema educativo, especialmente en su vertiente pública.

Tal y como apareció recogido en diferentes medios de comunicación el pasado viernes, el 86 % de los aspirantes a una plaza docente en la Comunidad de Madrid no superó la prueba de conocimientos. Sin ánimo de ser exhaustivo, tan solo el 2 % de los examinados supo señalar por qué provincias pasan los ríos Duero, Ebro y Guadalquivir y el 93 % erró en trasladar unidades de medida.

Según las cifras proporcionadas por el ejecutivo regional, apenas aprobaron el examen 2.000 personas de las más de 14.100 apuntadas. A pesar de que los sindicatos han visto “un escarnio” en la publicación de estos resultados, el hecho es que la prueba estaba adaptada al nivel equivalente de un alumno de 12 años. Y la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero y aunque esto moleste a las centrales sindicales, más preocupadas de ocultar las miserias del sistema educativo público que en mejorarlo.

¿Cómo es posible que el sistema educativo tenga un número tan elevado de alumnos que lo abandonan o fracasan en sus estudios?

Dicho esto y en puridad, nadie debe sorprenderse de esto ya que los malos resultados obtenidos por la educación pública española en los sucesivos informes PISA nos han alertado periódicamente de su desmoronamiento. Es necesario recalcar que el Estado optó por abandonar sus competencias en este ámbito puesto que las transfirió paulatinamente a las autonomías, por lo que la responsabilidad es compartida: por un lado, la Alta Inspección educativa no ha sido capaz de garantizar la calidad de la enseñanza ofrecida por las comunidades autónomas y, por otro, estas últimas han fracasado estrepitosamente en su gestión. Lógicamente, cada día son más los defensores de un modelo educativo alternativo y basado en el cheque escolar u otros sistemas.

Y de aquellos polvos, estos lodos. Según las últimas estimaciones, más de medio millón de jóvenes desempleados no han finalizado sus estudios de Educación Secundaria Obligatoria, con una gran prevalencia de aquellos que lo hicieron en centros pertenecientes a las diferentes administraciones (33 % de fracaso) frente a la concertada (13,9 %) o la privada (3,6 %).

¿Cómo es posible que el sistema educativo –sobre todo el público– tenga un número tan elevado de alumnos que lo abandonan o fracasan en sus estudios? ¿A qué salidas profesionales pueden optar estas personas en un entorno cada vez más exigente en lo que a conocimientos se refiere? ¿Qué empleos pueden crearse para estos jóvenes en una economía cuya tecnificación aumenta cada día? ¿Cuál será el futuro de estas personas? Las respuestas que se me ocurren dan pavor.

Gorka Labarga-Estrella Digital

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Gorka Labarga

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