viernes, marzo 29, 2024
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Maestros analfabetos

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El gobierno de Madrid ha difundido esta semana algunas respuestas de las oposiciones para profesores que se realizaron en 2011, en las que se decía, por ejemplo, que la gallina era un mamífero, o una comunidad autónoma, o que la definición de la palabra escrúpulo es que «no eres capaz de tocar algas con las manos». Los aspirantes a maestros también cometían escandalosas faltas de ortografía o no sabían ordenar los números decimales de menor a mayor. Es verdad que esta antología del disparate es habitual entre los alumnos de todos los colegios y universidades, pero aquí lo grave es que estos son algunas fallos que cometieron los opositores al cuerpo de maestros de enseñantes, en definitiva, en el apartado de cultura general.

Los licenciados que acaban sus estudios en la universidad cada vez salen peor preparados

El informe de inspección educativa de Madrid sería motivo grave escándalo público en cualquier país avanzado, pero aquí es, simplemente, una noticia que ocupa un lugar escondido en los periódicos y el reflejo fiel del tipo de educación que tenemos. Si un maestro escribe con «V» el verbo beber o no acierta hacer un cálculo matemático elemental o cree que Albacete, Ciudad de Real y Badajoz son provincias andaluzas y Ávila se sitúa en el mapa en el lugar de la Coruña o de Cantabria, ¿qué podemos esperar que enseñe a sus alumnos?

Yo pertenezco a una generación en la que la caligrafía y la ortografía eran cuestiones esenciales. Fui de una de las dos promociones de la universidad de Ciencias de la Información que tuve que hacer examen de acceso a la facultad de periodismo. Recuerdo, como si fuera ayer, que lo que más me asustaba no eran las materias de las que tenía que examinarme, sino el hecho de puntuar bien y, por supuesto, no tener ninguna falta de ortografía. Ya en el examen de selectividad nos habían advertido que los de periodismo con un solo fallo ortográfico seríamos rechazados para entrar en esa facultad y, efectivamente, así fue y muchos vieron sus expectativas frustradas por ello.

Ahora las cosas han cambiado mucho y lo entiendo. Lo malo es que los niveles educativos no han mejorado y, lejos de eso, los licenciados que acaban sus estudios en la universidad cada vez salen peor preparados. Si los maestros no saben escribir, ¿cómo van a enseñar a hacerlo? Y lo mismo en el resto de las materias. Tal vez por eso el Ministerio de Educación ya ha anunciado que revisará el mecanismo de selección de profesores antes de que acabe esta legislatura para escoger a los mejores y con el mejor sistema posible. Es verdad que la educación está transferida a las comunidades autónomas, pero las oposiciones tienen una parte que fija el ministerio y otra que define el gobierno regional y desde luego el ministerio debe actuar.

Si los maestros no saben escribir, ¿cómo van a enseñar a hacerlo?

La idea de Wert es marcar unas líneas que los opositores tendrán que superar, independientemente del lugar en el que se presentan. En definitiva, elevar el listón. Así planteada, la iniciativa es buena pero no tardarán en salir voces discrepantes acusándole de querer cortar las alas autonómicas, en un intento de centralismo intolerable. De hecho, en la Comunidad de Madrid los sindicatos de profesores de CCOO, ANPE Y UGT, en vez de indignarse y preguntarse el porqué del resultado vergonzoso de estas pruebas, han mantenido que son «sesgados» y han acusado a la consejera de filtrarlos a la prensa con la única finalidad de justificar el cambio de los criterios de baremo de las listas de interinos, que ellos rechazan.

Ese es el problema de nuestro país, que ante hechos clamorosos siempre, siempre, impera la miopía partidista y un sectarismo paralizante que impide afrontar los problemas. En este asunto, como en tantos otros, en vez de coger el toro por los cuernos y hacer lo posible para que los maestros sean dignos de su nombre, en vez de analfabetos, y que la educación de nuestros hijos esté a cargo de los mejores preparados, lo que hacemos es lo de siempre; poner el acento en lo menor. Está claro que cuando el dedo señala la luna algunos sólo quieren fijarse en el dedo. ¡Siempre igual!

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Esther Esteban

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