viernes, marzo 29, 2024
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Homo digitalis y la ética en los videojuegos

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Muchas veces la forma de transmitir un mensaje, es la de volver a esa hoguera prehistórica alrededor de la cual se contaban cuentos que tenían el fin de enseñar. Hoy las hogueras tradicionales se han cambiado por hogueras digitales que pueden cumplir el mismo objetivo.

Erase una vez un caballero de armadura brillante, que montado en su noble corcel, arropado con los colores de guerra de su Casa, se disponía a salvar a una dulce doncella, rehén de un bando de malvados a las ordenes de un vil y atroz hechicero.

El valiente caballero resistía ferozmente a los embistes de las sucesivas olas de bandidos, y de tiempo en tiempo tenia que protegerse con su escudo mágico de alguna bola de fuego también mágica, lanzada desde las alturas del castillo. Paso a paso, cada vez más estaba cerca de la puerta del castillo, dejando tras de sí un rio de bandidos sin vida…

–         Energía vital bajo mínimos, le informó el agente virtual que controlaba la partida, pedir recambio, ¿Sí o No?

El caballero pulso con irritación el si, y siguió con el juego…

La mitad de la sociedad occidental prefería ahora vivir bajo los efectos de una realidad virtual perfecta

Mientras tanto, en un mundo real, dentro de una fría y negra habitación, en el centro de la cual se encontraba una cama con un cuerpo tumbado, mas bien un saco de huesos de piel blanca por la falta de sol, conectado a una máquina sonda cuyos tubos pinchados en la venas, lo mantenían con vida.

La puerta de la habitación se abrió, y un hombre vestido de blanco apareció, se desplazó hasta la máquina sonda para remplazar la dosis de nutrientes cuyo existencia se encontraba por debajo del nivel mínimo, mientras observaba al cuerpo tumbado, donde apenas se movían los ojos bajo los parpados cerrados, señal inequívoca de que estaba en un profundo estado REM, jugando a esta nueva versión de videojuegos neuronales, que llevaban los juegos al dominio de los sueños, y que había hecho que la mitad de la sociedad occidental prefiriese ahora vivir bajo los efectos de una realidad virtual perfecta.

Terminado el cambio, el hombre giró sobre sus talones, y salió de la habitación, cerrando la puerta despacio para no interrumpir el sueño de jugador de videojuegos.

Este cuento puede parecer ficción, y de alguna forma lo es, porque todavía la tecnología no ha permitido el proyectar sueños en el cerebro humano, pero no es necesario ir a un futuro no tan remoto, para evaluar el efecto que los videojuegos pueden tener sobre la psique de los jugadores, y entender que el nivel de adicción que pueden generar necesita una reflexión importante por parte de sus creadores.

¿Es lícito hacer juegos que se puedan jugar de forma continuada durante días, y causar situaciones donde los jugadores pueden jugar hasta la extenuación, desparecer de casa, o abandonar sus responsabilidades individuales o familiares?

El diseño de videojuegos está montado sobre la base de presentar al cerebro una serie de estímulos programados

El diseño de videojuegos está montado sobre la base de presentar al cerebro una serie de estímulos programados para generar interés continuado sobre las tareas que tiene que realizar durante el proceso de juego, de tal forma que se puede controlar la inmersión del jugador dentro del espacio virtual que se ha construido para él, abstrayendo al jugador de su realidad circundante porque ha proyectado su concentración en otra realidad.

Esta proyección exógena de forma controlada es una evasión que permite al cerebro reposar y recobrar energías para poder realizar otro tipo de tareas, pero cuando esta evasión se vuelve una alternativa preferida, esta evasión se vuelve una huida, cuyas consecuencias pueden ser problemáticas si no detectadas y conectadas.

¿Es ético por parte de los creadores de videojuegos incitar a esta evasión de larga duración? De la misma forma que los fabricantes de coches han incorporado a sus sistemas de conducción ayudas inteligentes para promover el descanso del conductor, ¿no deberíamos los creadores de videojuegos incorporar limitaciones de duración de videojuego, para evitar también de esta forma, el enganche y adicción que puede generar un videojuego?

La huida del peso de la rutina y de lo cotidiano a través de la manipulación del estado de excitación del cerebro, es también el resultado del consumo de drogas; a medida que los videojuegos van siendo capaces de actuar con mas precisión sobre el cerebro, y a medida que las nuevas tecnologías van acercando el nivel de realismo y de inmersión, ¿no estaremos de alguna forma transformándonos en una especie de generadores de “cocaína digital” cuyos efectos todavía no podemos ni vislumbrar?

La publicidad lleva años en este debate, y en otros de igual o mayor calado, y han llegado a la conclusión que nadie mejor que los propios creadores para poner un límite a la utilización de la publicidad en el impulso de compra de los consumidores, creando asociaciones de auto-control, que de alguna forma permite entre todos crear un código de honor y ético de la utilización de la publicidad en la persecución de sus objetivos.

El impacto del videojuego puede tener un impacto material importante

En videojuegos, deberíamos buscar la misma supervisión, para permitir controlar las líneas rojas de las cuales no deberíamos pasar, para no tener que entrar en un sistema donde las consecuencias del videojuego, dejen de estar en la diversión, para pasar a estar en la dependencia y en la marginalidad, creando una sociedad de yonquis tecnológicos, incapaces de asumir sus responsabilidades reales, para dedicarse a vivir unas vidas digitales virtuales, mucho mas apasionantes que la real, pero despegadas de cualquier finalidad que no sea la autocomplacencia y egocentrismo del individuo en búsqueda de satisfacer solamente su yo.

Existe ya un código de adecuación de contenidos por edades, como podría ser el PEGI o el ERPG, y estos empiezan a dar sus pasos en dirección a lo online.

Pero el impacto del videojuego puede no tener solamente un impacto emocional o físico sobre la persona, puede tener un impacto material importante, dado que a medida que el videojuego se aleja del modelo de pago por contenido, para adentrarse en el campo de los micro pagos y pagos fraccionados por pequeño elementos añadidos del videojuego, en un ejercicio de fomentar el mayor pago posible por parte del jugador, podemos llegar a situaciones extremas como las ocurridas en estos días, en que un niño menor de edad generó un consumo de miles de dólares sin tener la noción de tal hecho. 

Se puede mirar el tema desde la óptica de los padres que no han sabido protegerse o inculcar un conocimiento a su retoño sobre los peligros de las compras dentro de videojuegos, o se puede mirar desde la lupa moral y de lo lícito de que juego permite gastar tanto dinero en un corto espacio de tiempo. ¿Es de nuevo ético hacer los videojuegos para generar las necesidades de comprar de forma compulsiva y descontrolada ítems digitales virtuales, que no tienen más existencia que la del espacio imaginativo del videojuego? ¿Es ético poder generar una ludopatía en una persona sana y incauta del impacto de este juego sobre su ser y persona? ¿No deberíamos de alguna forma avisar sobre esta potencialidad?

Los creadores deberían tomar la iniciativa de promulgar un código ético de autocontrol

La economía de los videojuegos está encontrando formas de diversificación de una forma mucho más rápida que los legisladores o agencias de control pueden entender. Los únicos que a día de hoy son capaces de entender y controlar las diversas formas de afectar al jugador de una forma potencial negativa son los creadores de videojuegos, por lo que son ellos los que deberían tomar la iniciativa de promulgar un código ético de autocontrol que permita un uso responsable del videojuego, en una nueva faceta de su existencia antes de que vuelva a llamar a la atención de forma negativa sobre ellos, y pueda ser considerada mas nefasta de lo que realmente lo es. Tal como la publicidad ha entendido la responsabilidad de su poder, también el videojuego tiene que hacer el mismo camino y procurar buscar cristalizar los mismos mecanismos para permitir la existencia de un código ético y de buena conducta dentro de la industria.

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