sábado, abril 20, 2024
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El mañana efímero

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‘En vano ayer engendrará un mañana vacío y por ventura pasajero’, escribió Machado. Nuestro mañana sigue intacto en la imagen recreada por el poeta sevillano. Vamos a lomos de aquella idea de principios de siglo, hace ahora un siglo. Pero seguimos igual, adormecidos, amortajados. Impelidos a someternos. Somos tierra seca, campos de Castilla: el sueño modernista se fundió en el racionalismo que nos dice la verdad. Esto es, esto hay. España es un tifón en el sudeste asiático, un vendaval en las costas de Fisterra o un ciclón en las Azores: adiós imperio, hola soledad; adiós democracia, bienvenida esta entelequia.

Pasiva, parsimoniosa, pasmarota, se sumerge España en las lluvias de abril, en las de marzo ahora mismo, el agua de la primavera aventada y anticipada en unas horas; no hay cadencia, ni programa. Vamos a salto de mata. Nos nublan el cielo, nos gotean las desgracias. Siempre infalibles, a nadie se le escapa cómo nos devoran y consumen el alma española, esa mística local que tanto enarbolamos. Nuestro trapo rojo, el capote, la muleta enhiesta es ahora un cocido sin garbanzos, sin repollo ni sopa. Todo se consume menos el mal gusto. Por eso ganan los feos, los sabihondos, los idiotas de cuartel y espada al cinto. Porque los demás nos acurrucamos en el desprecio, nos alejamos sonriendo para que nadie se entere de cómo nos vamos y hacia donde. Aunque bien mirado: a ningún sitio, en ninguna hora. Nos quedamos, somos así.

Nuestro mañana no es pasajero, es angustioso porque es previsible

Si mañana se presenta, Rajoy gana: un mañana vacío y por ventura pasajero, al menos, un mañana estomagante escrito. Es lo que temíamos, no lo que queríamos. Es un futuro anticipado. Un aviso, que nadie se equivoque; está en nuestra alma: no somos Quijotes, ni Sanchos: somos rocinantes, con la cabalgadura a lomos del hambre y el hastío. Nuestro mañana no es pasajero, es angustioso porque es previsible. Nuestro mañana vacío ya está lleno de nada en esta hora, antes de que lo cambiemos si es que llegamos a cambiarlo. Así es como crecemos en esta hora, la de esta gente, en este tiempo, con esta infamia: nos ahoga la nada. Ya ni engendramos discordia, el mal cainita tan español y antiespañol: sólo unos cuantos perturbados que vienen con la mugre patrioticanacionalista a cuestas. Con eso es con lo que estamos todos sometidos. El parlamento es una mañana en el Rastro, una tarde en La Latina: a deambular se va, a nadear de acera a acera; paseamos mientras tanto por las correderas y las cavas, guisándonos en la salsa de los callos: nos hemos convertido en un sainete, somos rústicos y castizos: hemos vuelto atrás; que venga un Isidro y nos remate con un chotís sobre un ladrillo, nuestro mal habitual.

Esta España de charanga y pandereta, de espíritu burlón, seguía el poeta. En esas estamos más que nunca. La compañía es la que es y no hay cambio ni emoción: todo ha de ser así y así seguirá, igual, porque nadie lo remedia. Estamos agachados en el patio de mi casa, y vuélvete a agachar, español; ese es nuestro juego infantil, la trampa que nos oprime.

No hay más esperanza que la que se ponga en marcha con otros rostros, otros ojos, otras manos, otros pies caminando en un camino cierto y verdadero.

Ese mañana no será ya efímero, don Antonio. Eso es lo que nos queda por creer.

Rafa García-Rico – en Twitter @RafaGRico – Estrella Digital

Rafael García Rico

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