jueves, marzo 28, 2024
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Querido Pepe…

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Al pie del AVE, en Atocha, estaban tus dos Álvaros de siempre. Tus dos Álvaros de guardia: Álvaro Clemares y Álvaro de Luna. ¡Qué diferente de otros encuentros, cuando los tres matrimonios nos juntábamos para aplaudir al amigo y abrazar al actor, o al revés, daba lo mismo! ¡Qué secas son las estaciones sin humo cuando vas al humo de un crematorio! ¡Crematorio! Y aquí se juntan la ficción y la realidad, la verdad y la mentira, aunque hoy todo creo que es falso, y me parece mentira que no nos vayamos a tomar unas clóchinas los ocho, este verano, y no brindemos, aunque Reyes tenga un vaso de agua en la mano.

Muchos de tus amigos estamos tocados, y te resucitaremos en nuestra memoria

¡Cómo has llenado nuestras vidas Pepe! ¡Y de qué manera tan sutil nos has insuflado las ganas de vivir! Porque tú no es que fueras un hombre del Mediterráneo, sino el paradigma de esa cuenca, ardiente como una falla, bello como una escultura griega, antiguo como Egipto, sensual como una siesta turca! Caminabas por la existencia dando bocados, como si fuera el último café, la última cena, el último baile, la carcajada final. Y hoy nos damos cuenta de que tenías razón, y que a los demás del «carpen diem» solo hemos entendido la última palabra.

Una vez, mano a mano como en el tango, en vísperas de unas navidades -tan diferentes, tan iguales- me enseñaste el mensaje de ese hijo al que tanto has querido con muy magra correspondencia, y vi como tus ojos de hombre duro y superviviente se humedecían. Y no ha sido tu fracaso, Pepe, sino de otros que le han informado de manera equivocada y tendenciosa. Y recuerdo aquél día, sin cumplir los tres años, cuando lo tiraste a la piscina de Alfonso Santisteban, y, a continuación, tú, para darle la primera lección de supervivencia, junto a la prueba del afecto, proyectaste esa ternura que tu estética de macho ibérico necesitaba ocultar. Y me acuerdo de tantas cosas, Pepe, de tantos días y tantas noches, que me quedo transido y jodidamente triste. Y, aunque Cioran dice que cuando te mueres, te mueres tú solo, te juro, Pepe, que muchos de tus amigos estamos tocados, y te resucitaremos en nuestra memoria, que no será difícil, porque tu vida ha sido una parte muy importante de la nuestra.

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Luis del Val

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