Álvaro Lapuerta ha mantenido siempre un comportamiento construido sobre dos virtudes que escasean en la política: la dignidad y la honradez. Ambas virtudes le han pasado factura en un escenario de política con minúscula que se realiza para beneficio del interés personal de unos o de inconfesables y espurias estratagemas de otros.
Desde sus puestos en el Partido Popular ha mantenido la ética que corresponde a quien tiene la responsabilidad de administrar los asuntos económicos de una fuerza política constitucional ante los ojos de la legitimidad y con las herramientas de la legalidad.
Confiamos en la bonhomía de Álvaro Lapuerta y en la fortaleza de su honorabilidad
Álvaro Lapuerta puso en evidencia comportamientos inmorales en los entornos del poder político de Madrid aun a riesgo de ensombrecer la actuación del Partido Popular, pero, sin duda, para protegerlo de sus propias desviaciones. Fue transparente y honesto poniendo sobre la mesa la verdad de situaciones que le han valido sufrir el talante mezquino y cruel de los oportunistas que florecen al albur del esfuerzo de los demás.
Denunció la corrupción urbanística y el espionaje político: dos de los cánceres que asolan la credibilidad del Partido Popular de Madrid; el resto de los tumores tienen nombre y apellidos y están a la vista de la opinión pública que asiste con perplejidad al baile de los manejos económicos de algunos que carecen de credenciales de decencia y que bailan al son del oportunismo sin ningún pudor.
Los ojos se han vuelto ahora hacía él, tal y como hemos venido informando en Estrella Digital. Y por eso es el momento de apostar porque en este magma de declaraciones y confusión se haga un poco de luz esclarecedora. Confiamos en la bonhomía de Álvaro Lapuerta y en la fortaleza de su honorabilidad.
Editorial Estrella