viernes, marzo 29, 2024
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La deuda con los niños

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El Tercer Mundo no está tan lejos para muchos españoles. Está en su casa, si la tienen o si no han sido desahuciados, y para más de dos millones doscientos mil niños no está tampoco en África o en Asia. Está en Madrid, en Barcelona o en Huelva. Son ya millones los niños que viven en España por debajo del umbral de la pobreza, en familias desestructuradas o sin ingresos mínimos para sobrevivir. En muchos casos, el de los inmigrantes sin papeles, por ejemplo, también sin acceso a la sanidad en muchas comunidades autónomas, sin servicios, sin prestaciones.

Son ya millones los niños que viven en España por debajo del umbral de la pobreza

Los datos son escalofriantes: 205.000 niños se habían incorporado sólo entre 2008 y 2010 al colectivo de «pobreza alta» o «crónica» y ya representan el 13,7 por ciento, seguramente más, de los menores de 18 años. Además de ser más, son más pobres y el impacto de la crisis ha sido más intenso en los hogares con niños que en el conjunto de los hogares. La pobreza, como señala un espeluznante informe de UNICEF, ya tiene cara de niño. Repito, en España, no lejos de nuestras fronteras, no cruzando el Estrecho, cerca de donde vivimos. España es uno de los países ricos con menor capacidad para reducir la pobreza entre sus niños y niñas y si el sistema de protección social se está debilitando para todos -a veces, también lo están debilitando-, en el caso de los niños la reducción de ayudas y servicios públicos está colocando a muchos al borde de la exclusión social para siempre. No nos engañemos: un niño excluido de la dignidad es casi siempre un adulto socialmente excluido a perpetuidad. Que pregunten en Caritas lo que están pasando muchos padres que ni quitándoselo ellos pueden dar una vivienda, una alimentación, una sanidad o una educación digna a sus hijos.

Los políticos miran a otro lado y los presupuestos públicos se reducen siempre por la parte más débil

Unicef pedía en su informe sobre la infancia en España «poner a los niños y sus familias, especialmente a las más vulnerables, en el núcleo de las decisiones políticas», en toda la legislación y disposiciones normativas, en los planes de empleo. Pero los políticos miran hacia otro lado, preocupados por las cuestiones identitarias, por la corrupción -que también es una identidad- o por las televisiones públicas. Pedía esta ONG elaborar un Plan Nacional contra la Pobreza Infantil porque a todos se nos debía caer la cara de vergüenza cuando sabemos lo que pasa. Pero los políticos miran a otro lado y los presupuestos públicos se reducen siempre por la parte más débil. Deberíamos cambiar el modelo social de apoyo a las familias y a los niños con imaginación, solidaridad y justicia, pero ese dinero no va a llegar a los que más lo necesitan. Las Administraciones deberían pagar prioritariamente a las organizaciones que se ocupan de esos niños de nadie, excluidos, marginados, olvidados, pero el impago pone en riesgo la supervivencia de muchas. Nunca debería haber una deuda real o social con los niños ni con los mayores. Pero no es así. Y debería indignarnos.

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Francisco Muro de Iscar

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