jueves, abril 25, 2024
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La protesta inútil y carísima

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Los de las ‘batas blancas tirando a marrón’ han vuelto a la calle. Dicen que ahora se trata de una guerra de sindicatos médicos por la hegemonía sindical en Sanidad. Y yo me lo creo. Son así. Luchan ellos y pagan el pato las consultas y las operaciones suspendidas. En cualquier caso, como en España el derecho a la huelga es un cachondeo, ya que no hay una ley que lo regule, lo fácil es salir a la calle y que aguanten los demás ciudadanos. Unos ciudadanos, por cierto, que son, además, los paganinis de la falla.

La cifra de manifestaciones supone una media diaria de casi 120 protestas

Si los sindicatos en general habrán perdido el oremus que, en el primer año de Gobierno de Mariano Rajoy, incitaron a más de 36.000 manifestaciones y concentraciones en toda España, sin contar las celebradas en el País Vasco, que ha declinado facilitar datos alegando que esa competencia está transferida, conforme al artículo 27 del Estatuto vasco. Valiente estupidez.

El caso es que la cifra de manifestaciones y concentraciones supone una media diaria de casi 120 protestas.

El ranking de ellas estuvo encabezado por Andalucía, con 7.141 movilizaciones registradas. En segundo lugar, Castilla y León (4.435), seguida de la Comunidad Valenciana (3.147), Cataluña (3.116), Islas Baleares (3.112), Navarra (2.842), Madrid (2.846) y Galicia (2.213), etc.,…

Resulta, cuando menos curioso, que las manifestaciones y concentraciones se empezasen a llevar a cabo a las pocas semanas de que los españoles, en unas elecciones libres, le dieran la mayoría absoluta a Mariano Rajoy. Pero eso era algo sabido. La izquierda en España cuando pierde el poder en las urnas siempre trata de ganarlas en la calle. Pasó incluso, el 14 de abril de 1931. Es algo que llevan en su ADN.

La izquierda en España cuando pierde el poder en las urnas siempre trata de ganarlas en la calle

Y, al final, para nada aunque la gracieta sindical haya resultado inútil y carísima. Inútil porque no han conseguido mover un ápice la línea de reformas marcada por el Gobierno que, por cierto, empiezan a dar su fruto, tras la ruina dejada en España por los socialistas. Y carísima porque, aparte del gasto de limpieza que hay que hacer tras el paso de ellas y los gastos en protección policial, según el Instituto de Estudios Económicos, centenares de miles de empresas no han podido soportar las exigencias sindicales y se han visto obligadas a cerrar.

Y lo peor es que no hay quien detenga esta sangría porque en España el que denuncie los abusos de estos sindicatos caducos o verticales como estos que pelean en la calle por la hegemonía sindical en la Sanidad madrileña, es considerado anatema democrático.

Aquí no hay políticos como Margaret Thatcher. Ella sí que tuvo claro que «La huelga es un derecho inalienable de los trabajadores para defenderse de los abusos que algunos empresarios pueden cometer. Pero la huelga, tal y como la están utilizando los sindicatos, es el azote del pueblo». Y así nos va.

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