miércoles, abril 24, 2024
- Publicidad -

Sexo a alta velocidad

No te pierdas...

Nunca pensé que algún día contaría esta historia. Siempre juré encerrarla con llave en mi memoria y tirarla al fondo de mis neuronas. Mi timidez me impide estar orgullosa de ella, pero el morbo que me despierta cuando la recuerdo es tal que creo que debo compartirla con mis lectores.

Todo transcurrió hace un mes. Cuando viajaba en el tren con mi novio camino de su pueblo, en la costa levantina. El trayecto era largo y los vagones iban a reventar. Se notaba que el fin del verano llegaba y que todo el mundo quería a ir a despedirse del mar antes de enterrar el bañador en el fondo del cajón. Cuando entramos en el tren ya no quedaban sitios libres y tuvimos que colocarnos en una esquina. No pasaron ni dos minutos y el tren se volvió a poner en funcionamiento. El movimiento me pilló por sorpresa y me abalanzó hacia delante, mi novio tardó en reaccionar y fue un chico que había enfrente nuestro el que me salvó cual superhéroe. Me cogió prácticamente al vuelo. Al principio me asusté, pero cuando me recompuse y le miré para darle las gracias y me eclipsó. Me sonrió, y yo, que nunca antes se me había ocurrido hacer algo así, le devolví la sonrisa con cierto sabor a coqueteo.

No había pasado ni media hora y al vagón no hacía más que llegar gente de todas las estaciones en las que íbamos parando. Cada vez estábamos más prietos. Tanto que cuando me quise dar cuenta, el chico con el que había coqueteado minutos antes estaba detrás de mí. Le miré de reojo y seguí con mi chico hablando cuando de repente noto que me empiezan a meter mano. No sé porque, pero desde el principio sabía que era él. Es la única explicación que existe para que yo permitiera aquella situación. No le miré, pero no hizo falta. Él sabía que me estaba gustando.

Al principio dudé si decírselo a mi novio, pero pronto me di cuenta de que era una situación que podría gustarnos a los tres. Entonces me puse a besar y a tocar a mi chico, mientras el desconocido de atrás seguía acariciándome. Cuando noté que mi novio comenzaba a excitarse le comenté a susurros lo que estaba pasando y sin dudarlo ni un segundo aceptó la situación. De hecho, cuando lo supo, su grado de excitación aumentó. Mientras, el desconocido seguía enredado con mis nalgas. Mi novio, en un arrebato de locura me aproximó hacia el desconocido. Y entonces empezó al fiesta.

Mi culo se posó contra el pene del desconocido, que se empezaba a erectar al sentir mi cuerpo. Al sentirlo, coloqué mi trasero de tal manera que pudiera notarla mejor. En ese mismo momento, el desconocido pasó su mano por debajo de mi falda (que no cunda el pánico, nadie podía vernos, la pared nos protegía por uno de los lados) y comenzó a acariciar mis nalgas, ya sin ningún obstáculo, puesto que llevaba tanga. El placer no podía ser mayor. Puesto que mi novio también estaba tocándome por debajo de la falda, solo que él había elegido otra zona. Ambos pronto se dieron cuenta de que estaban jugando con el mismo juguete y se calentaron mucho más.

No lo hablé con mi novio, pero los dos sabíamos que lo que realmente me iba a excitar de verdad era intentar que me penetrara un extraño mientra él lo presenciaba. Así que ni corta ni perezosa, y de espaldas al desconocido, le bajé la bragueta y metí la mano en busca de mi tesoro. Estaba más cachondo de lo que esperaba. La colocación era la idónea. Así que sin pensarlo mucho, acerqué su pene a mi sexo que ya estaba húmedo y comencé a introducírmelo procurando que nadie notara nada. Estaba siendo todo un reto para mí. Mi novio mi sujetaba con fuerza, y mientras el traqueteo del tren disimulaba nuestros movimientos yo cada vez estaba más cerca del cielo. Cerré los ojos y agarré la mano de mi chico con fuerza. Él me conoce mejor que nadie y cuando empezó a notar que estaba a punto de correrme me besó con fuerza para ahogar mi grito.

Lo cierto es que no quería separarme de él. El clímax alcanzado era desconocido para mí. Pero como todo en esta vida, nada es para siempre. Poco a poco comencé a recobrar la conciencia y mis pulsaciones comenzaron a relajarse. Entonces fue cuando comencé a ser consciente de lo que acaba de hacer. No me lo podía creer. En ese mismo momento comenzaron a subirme los colores. Me separé del desconocido, me coloqué el tanga y me bajé bien la falda y todo ello sin darme la vuelta. La siguiente parada era la nuestra, mi novio cogió las maletas -y sin volverme hacia mi desconocido-, bajé del tren y dije adiós a la mejor experiencia sexual de mi vida.

Envíe sus relatos eróticos a [email protected]

El Rincón Oscuro

Relacionadas

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Publicidad -

Últimas noticias

- Publicidad -