martes, abril 23, 2024
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Teresa (Parte 4)

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Son las nueve y treinta de esta mañana de jueves y estoy yendo hacia la entrada del parking. Llego treinta minutos antes de la hora quedada, estoy tan nervioso, tengo tantas ganas de verla que me es imposible esperar más tiempo en casa, tengo la sensación de que el tiempo es tan espeso, parece que no corre ni pasa, no dejo de mirar mi reloj.

Son ya las nueve y cincuenta siete minutos, estoy viendo entrar en el parking un Renault Megane blanco, me acerco al coche, ¡es Teresa! veo a través del parabrisas que Teresa me sonríe, apuro el paso, no debemos estar mucho tiempo a la vista de curiosos ni habladores, no debo de perjudicar a Teresa.

Entro en el coche con prontitud, Teresa me sonríe, apostaría cualquier cosa y seguro que ganaría yo la apuesta, ella ha tenido las mismas dudas y temores que yo he tenido ayer.

– Egun on, estas preciosa.

Teresa me sonríe hoy parece que está más relajada, rápidamente enfila el morro del coche hacia la salida del parque, salimos dirección a Bakio.

– Egun on Salva, qué raro se me hace que en el saludo me digan preciosa.

– Tere, ya sabes lo que pienso y te lo he dicho, eres una mujer madura muy atractiva, perdona mi confianza por el saludo, estoy nervioso al estar aquí encerrado contigo.

– Salva relájate, ya hemos estado tres días en el parque de la Pérgola los dos solos juntos.

– Ya lo sé Tere, también me ilusiona saber que vamos a pasar unas tres horas juntos y que vamos a poder tomar un café los dos.

Teresa me sonríe, con su actitud se confirman mis pensamientos, está más relajada y segura de sí misma que ayer.

Teresa sin perder ni un ápice de su agradable sonrisa me responde.

– Hoy vamos a estar más de tres horas juntos, voy a seguir tu consejo, en casa les he dejado la comida preparada, también les he dicho que me quedaba a comer en Bilbao ¡espero que me lleves a un bonito sitio!

– ¡Eso está hecho! te parece que comamos donde mi amigo Remigio, en su restaurante italiano, Hostaria Marchese del Porto.

– Si es donde quiero y espero que me lleves a comer, me hace ilusión ver este restaurante.

– ¿Qué te ha dicho tu marido y tus hijos al decirles que te quedabas a comer en Bilbao?

– Salva, ayer cuando me fui a casa en el camino iba pensando en lo que me dijiste, también me fui con algunos temores, pero cambié de opinión y se me fueron los miedos al hablar con mi marido y mis hijos, estos al decirles que a lo mejor me quedaba a comer en Bilbao, no soporto las chanzas y burlas como si yo fuera una tontita, que se han pensado en mi casa que no sé andar sola, que no sé relacionarme con otra gente para que me ayuden.

Con estas angustias y recelos vamos llegando a Bilbao, mientras Teresa se desahoga, la observo y recreo mi vista, hoy va vestida toda de negro, este color le hace más elegante y estiliza su figura, lleva una falda de tubo ceñida, para poder sentarse a conducir, se ha remangado la falda dejando a mi vista gran parte de sus muslos, lleva medias negras, puede que sean pantis o puede que lleve liguero, no lo sé, pero este es ahora uno de mis dilemas, con una blusa también negra, con los botones abiertos hasta dejar descubierto el canalillo de sus senos, en el asiento de atrás lleva una cazadora verde, a juego con el bolso y los zapatos con un poquito de tacón.

Ya estamos en Bilbao, entramos por Zabalburu, Teresa, ya va aminorando la marcha, se nota que no conoce Bilbao, me mira y me pregunta.

– ¿Salva, dónde aparcamos? ¿Por dónde voy?

– Estate tranquila Teresa, cuando tu marido y tú venís a Bilbao, tenéis por costumbre aparcar en el Corte Inglés, pues sigue esa dirección, podemos aparcar en el centro, en el parking de Urkijo.

– Vale Salva, pero dime tó por dónde voy.

– Yo sé llegar andando, en coche hay direcciones prohibidas y semáforos, lo primero es tranquilizarnos y bajar la velocidad, sin prisas Teresa.

Sorteando semáforos y tráfico, ya estamos dentro del parking, son las once y diez minutos de la mañana, una vez bien dejado el vehículo salimos al exterior, tenemos tiempo para poder tomarnos un café y así se lo sugiero a Teresa.

– Teresa, podemos tomar un café, no tenemos prisa para recoger los resultados de tu suegra es a partir de las once y treinta, ¿te apetece?.

– Si, pero yo Salva, no conozco nada, yo voy donde tú me digas.

Le sugiero tomar el café en la cafetería Oskaici, en la calle Elcano, esquina con Urkijo, para mi gusto es posiblemente que en esta cafetería, preparen los mejores cafés de todo Bilbao, además está cerca del parking, al entrar en la cafetería saludo a los propietarios y gerentes Iciar y Manu, nos saludamos los cuatro, entre risas, comentarios presento a Teresa.

Teresa y yo ocupamos uno de los pequeños reservados que tiene la cafetería disfrutamos de nuestros cortados, a Teresa, le ha gustado mucho su café cortado, salimos del Oskaici, con dirección a la clínica, recogemos los resultados paseamos por Bilbao, antes de ir a comer al restaurante, Hostaria Marchese del Porto.

Teresa parece que está disfrutando esta tarde conmigo en Bilbao, le brillan los ojos, ahora es de alegría, esta radiante.

Son las tres y treinta de la tarde salimos del restaurante para ir al parking a recoger el coche.

– Salva, me das envidia porque puedes vivir así.

– Tere, yo todos los días no hago esto, si fuera así, también pasaría a ser rutina, la rutina aburre, ¿te ha gustado la comida?

– Sí, me ha gustado la comida, el restaurante, para mi hoy ha sido una tarde perfecta nunca me voy a olvidar de esta tarde.

Ya hemos llegado al parking, una vez dentro del coche los dos, Teresa me sorprende.

– Salva, gracias por haberme enseñado estos rincones tan bonitos, por enseñarme otra forma de vivir.

Teresa mientras me hace estas revelaciones se inclina para abrir la guantera de su coche, para sacar la carátula del radiocasete, ella habla y en mi cabeza una voz me dice ¡Bésala, bésala!

Yo ya no tengo el control de mis manos, instintivamente la cojo por los hombros, la atraigo con fuerza hacia mí y busco sus labios para besarla, ella no me rehuye ni me aparta, le beso, la suelto y nos miramos.

– ¿Por qué has hecho esto Salva?

– Tere, porque me gustas, porque me atraes, y te deseo, a lo mejor me he equivocado.

– Yo estoy casada, tu también, si nos enamoramos.

Vuelvo a besarla sin dejar que siga hablando, ahora los besos son de pasión, nuestras lenguas se unen para saboreándonos, nuestras manos se enlazan y desenlazan buscando nuestros cuerpos.

– ¡Salva para! vámonos de aquí pueden vernos.

– Sí, Tere, vámonos.

Salimos del parking dirección Bermeo, en carretera apenas hablamos, nos miramos y sonreímos, parecíamos dos adolescentes que vamos a cometer una travesura, regresamos por Sollube buscamos un rincón o lugar donde podamos estar tranquilos sin ser vistos.

Antes de llegar a Mañuas, en Harrizurieta, encontramos la entrada a una carretera sin salida y sin asfaltar, es un rincón perfecto, entramos.

Teresa apaga el motor del coche, nos pasamos a los asientos de atrás, como dos jovencitos comenzamos a besarnos, nuestras lenguas juegan, nuestros dientes chocan, estamos bebiendo elixir de pasión, mis manos se deslizan por sus muslos, acariciándolos, apretándolos, voy levantando su falda, descubro sus nalgas, están frías, sus muslos calientes, descubro sus bragas negras, se despejan mis anteriores dudas no lleva liguero lleva medias, su piel es tan blanca, tan suave, es extremadamente sexy, desabrocho su blusa, beso y aprieto sus pechos, Teresa susurra y gime en mis oídos, sentir su aliento en mi nuca aumenta mi excitación. Voy quitándole las braguitas, al mismo tiempo que beso sus muslos, mis manos acarician sus nalgas y sexo, soy un hombre afortunado.

Introduzco suavemente mi sexo en su sexo, instintivamente comenzamos un movimiento compulsivo y rítmico, sin dejar de besarnos ahora con mas locura y pasión, Teresa gime al compás de los movimientos, estamos llenos de sudor, la aprieto fuertemente contra mí, he perdido la noción del tiempo, de lugar y de espacio, por el contrario mis sentidos se agudizan, Teresa huele a sexo, sabe a sexo.

Escucho en mis oídos sus gemidos y repite mi nombre.

– Salva, Salva.

Su voz es tan suave y sensual.

Soy de verdad un hombre afortunado, por permitir esta hembra que yo la ame.

Acabamos los dos fuertemente abrazados en silencio Teresa tiene los ojos cerrados, yo ahora beso su cara, nariz, barbilla, muy suavemente ella me susurra dulcemente.

– Salva, no me sueltes, abrázame fuerte.

– No mi reina, no te suelto.

Mientras sigo dándole besos, suaves y tiernos. No sé el tiempo que ha durado ni el que hemos estado abrazados.

Salimos del coche, nos recomponemos la ropa y aspecto, pasamos a los asientos de adelante, Teresa arranca el coche, volvemos a Bermeo.

– Salva es la primera vez que hago el amor en un coche, nunca en mi vida he conocido a otro hombre, solo a mi marido.

– Teresa mañana te voy a ver en el parque de la Pérgola.

– Sí Salva, como siempre.

Ya estamos en el mismo lugar donde empezó esta historia, con los cuidados y precauciones para no levantar habladurías ni tampoco cuentos. Antes de salir del coche me despido, le doy un beso en los labios, Teresa, abre su boca para besarnos, me vuelvo a encender pero ya tendremos más ocasiones de estar los dos juntos.

– Teresa Agur, hasta mañana.

– Salva, hasta mañana Amor mío.

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El Rincón Oscuro

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