El sindicalismo español está tocando fondo, ahogado en su propia ineficacia y en esa filosofía, heredera directa del tardofranquista, en la que se sostiene. Porque el sindicalismo español actual, entre otras cosas, sigue anclado en la defensa del puesto de trabajo en lugar de defender la creación de empleo. Extrañamente, habla de derechos del trabajador cuando el primer derecho del trabajador es tener trabajo.
Es un sindicalismo tan agotado que hasta sus dos grandes sindicatos, UGT y CCOO, se han convertido en un sindicato unitario a fuerza de dejarse llevar por su propia burocracia. Ya es uno solo con dos siglas. Con dos cabeza pero uno solo. Dos sindicatos en uno, atropellados por su propio inmovilismo. Es más, ya es imposible distinguir al uno del otro.
Y el problema es que ahora ese sindicalismo trasnochado no sabe qué hacer… Se ha quedado colgado de la brocha, al haber perdido su influencia en la sociedad, y está como perdido.
Está tan desorientado que, pese a que las encuestas le auguran fracaso tras fracaso en sus convocatorias, intentan mantenerse en ellas como un boxeador grogui. Tirando golpes sin sentido. Intentando aporrear su propia sombra. Peripatéticos. Sin darse cuenta de su degeneración. Cayendo como caen los imperios. Samuel Bronston produciría ahora otra magnífica película sobre La Caída del Imperio Sindical.
Sus mensajes suenan lejanos… Sus discursos, mitineros… Sus propuestas, antiguas… Sólo hablan para gente que aún no cree que haga 22 años que cayó El Muro de la Vergüenza. Nostálgicos que salen a la calle con banderas de la República y con camisetas con la Hoz y el Martillo, entre estrafalarios y tiernos.
Pero ya la sociedad es otra. Ya no es aquella que ellos manejaban. Ahora está cabreada pero también con los sindicatos porque no le aportan ni una sola solución a sus problemas. De hecho todas las últimas convocatorias que ha llevado a cabo el sindicato unitario se han contado como fracasos. Algunas, incluso, rozando la indignidad como aquella que citaron el pasado 11 de Marzo.
El sábado fue su último fracaso. La gran convocatoria para la Madre de todas las Manifestaciones puso en las calles de Madrid, escasamente, a 70.000 ciudadanos y soy generoso. Nada. Sobre todo si pensamos que a la convocatoria se unieron cerca de 130 organizaciones y que se montó para que viniesen ciudadanos de toda España. De hecho se fletaron casi 1.000 autobuses… Pero ni aún así. La marea social que lo iba a inundar todo se quedó en una olita de convencidos y liberados.
Y es que el mensaje del sindicato unitario ya no llega a nadie. Su prestigio está por los suelos y sus líderes carecen de credibilidad.
Ahora andan empeñados en que el Gobierno convoque un referéndum. Y lo piden con la rabieta de un niño en el escaparate de una pastelería… ‘Lo quiero…’. Y lo que es más triste, amenazando con una huelga general en la que no creen ni ellos mismos.
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La sonrisa de la avispa