jueves, abril 25, 2024
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Los atletas no traen el oro de Negrín

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Vuelve el oro a España. Tres piezas, al menos. No es el oro de Negrín, que ese ya no vuelve, porque al decir de los que sabían durante el franquismo, se quedó para siempre en Moscú. Y también viene la plata. Pero no es la plata de Cortés. Y el bronce, que no es el bronce romano. Son las medallas olímpicas, aunque ahora se estile más decir que son los metales. Es verdad que lo son, pero a veces se produce la paradoja de que el sinónimo de recurso se acaba convirtiendo en el sustantivo principal, y como no estés en la pomada, la olímpica en este caso, te pierdes en una clase magistral de mineralogía.

Las olimpiadas nos llenan de metales, no tantos como los que quisiéramos, pero muchos para cómo estamos, que estamos mal, como todos saben. No en vano, mientras los atletas se peleaban por conseguirlos, los capitales se iban fugando de España como lo hacía el Dioni, con el ojo revirado por si alguien lo seguía. Aquí, a los del dinero no los sigue nadie, porque esto es de coña. Los que deben vigilar se saben las rutas de fuga porque trabajaban para las empresas que organizaban los desastres. Goldman Sachs parece una franquicia de Alí Babá, y Alí Babá parece el primer ministro del gobierno mundial, aunque, claro, Alí Babá no se sabe si es un alias o una contraseña, ni dónde tiene la cueva. El caso es que nadie le pide el pasaporte al dinero que viaja a escondidas, aprovechándose, supongo, de los millones de “desplazamientos” que se producen en verano.

Tantos desplazamientos, imagínense, que a los aviones se les acaba el combustible de tanto ir y venir, y no les da tiempo a repostar ni a limpiar las ventanillas, así que no llegan a la estación de servicio y se tienen que parar por el camino. Es lo que le ha pasado a Ryan Air con tres aviones. Podían haberlos mandado a Castellón, que los depósitos estarán llenos, de tanta falta de aviones que hay, y así los turistas podrían hacerse fotos con la escultura surrealista de la entrada. ¿Estamos en Figueres?, diría una turista regordeta. Pues no, estamos en urgencias, porque nos van a intervenir.

Podríamos organizar turismo sanitario para que vean los extranjeros como se amputan los servicios públicos en España. Un sistema de cuchillas o de sierra mecánica, como en la Matanza de Texas.

Lo bueno es que vienen los deportistas, con las medallas. Y vendrán a Barajas. Lo bueno es que eso nos dará metal, no sé si heavy metal, pero si metal suficiente para amortiguar las penas. Las penas ya se sabe, con pan son menos. Pero es que la crisis se acabará llevando hasta el pan. Un pan carísimo: cada vez que habla Cañete, sube. Mientras, La Gomera arde, se abrasa, se incinera. Dirán que se calcina, pero en verdad se carboniza. Es tremendo, no tiene gracia y parece que tampoco arreglo.

Es una tragedia, porque no nos damos cuenta de que además del que traen nuestros atletas, el oro que tenemos está en nuestros parques y bosques naturales. Los de Canarias, de los que más, ya se sabe. Oro auténtico, Al fin y al cabo, el doctor Negrín era canario y, según dicen, de oro sabía un rato. Nuestro oro es nuestro país, que es nuestra naturaleza y nuestras personas, que son nuestros atletas. Y nuestra historia, empezando por Negrín. Aunque ahora nos quemen el jardín del Edén que son nuestros parques naturales, la biosfera donde crece el único optimismo que nos queda: Volver a la naturaleza.

Antes de que arda.

El jardín del Edén

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