jueves, abril 18, 2024
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Estamos quemando España

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España arde. Por los cuatro costados. Por un verano tórrido sí. Pero sobretodo porque la estamos quemando nosotros. Las condiciones son las peores en muchos años, los montes son pura yesca, los calores terribles y los vientos enemigos. Por supuesto. Pero, ¿cómo es posible que con los medios ahora disponibles se queme lo que se está quemando?

Hay una primera razón. El abandono de muchas zonas, la falta de labores y cortas, y, sobre todo, la desaparición del ganado en extensivo que tanto limpiaba. Medio millón de cabras hacen lo que no harán nunca todas las cuadrillas humanas.

Pero hay una segunda y esa somos nosotros mismos. Una gran parte de los incendios son provocados. Los unos por un accidente, una cosechadora, un chispazo de la maquinaria, pero otro por imprudencias temerarias verdaderamente punibles y que merecen un severo castigo que ahora no existe. Los hay aún peor, los intencionados, que son muchos. Fuegos iniciados y atizados con la voluntad criminal de provocar las llamas, de que estas se expandan y con la mala saña de hacerlo en los lugares más inaccesibles para las brigadas de extinción. Eso ha sucedido, por ejemplo en Hellín y en Cabañeros. Una mano o manos criminales detrás de los incendios. Razones, de locura pirómana o del género inconfesable.

Pero más cerca de lo habitual, en la imprudencia con resultados trágicos e incluso mortales, ya llevamos varios muertos de nuevo este año víctimas de las llamas, tanto bomberos como ciudadanos atrapados, aparece en ocasiones lo que debe ser extirpado de cuajo. Esa colilla de Cataluña o esas cenizas con brasas de Chequilla. Y luego el esperpento del griterío de un alcalde que clamaba porque no llegaban todas las ayudas, que por cierto llegaron y actuaron con eficacia aunque no pudieron evitar 1000 hectáreas arrasadas, y echaba pestes contra el Gobierno y hasta la divina providencia. Alguien le contestó ya harto de voces: «¡ Oye, que quien ha echado las brasas con la ceniza al corral en la era ha sido tu hermana!».

Porque eso es lo que está sucediendo. Que clamamos cuando la catástrofe ya nos desborda pero parecemos olvidar donde comenzó y como la fogata, la colilla y la paella que inicio el desaguisado. Porque con esta calorina luego, con estos aires y tanta broza por los bosques, luego, aunque se están convirtiendo en los verdaderos héroes del verano, no hay UME ni bomberos que valgan.

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Antonio Pérez Henares

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