Era una noche de sábado, yo había decidido quedarme en casa, no tenía ningunas ganas de salir con el frío que hacía fuera. De repente, empecé a sentir que tenía mucho calor, mi casa era un horno y toqué uno de los radiadores, hervía, la calefacción central se había vuelto a estropear y la temperatura era exagerada hasta para un gélido 17 de diciembre. No podía más con el calor y poco a poco me fui desprendiendo de mi ropa.
Primero los pantalones, luego la camiseta, y al final acabé con un culotte que apenas me cubría y una minúscula camiseta de tirantes, aún así no podía dejar de sudar. Justo cuando pensaba en meterme en la ducha, alguien llamó a mi puerta. Me asomé a la mirilla y cual fue mi sorpresa cuando vi a mi nuevo vecino. Era alto, moreno y con los ojos verdes, un capricho para cualquier mujer, hasta la más exigente. Corrí a ponerme el pantalón más corto que encontré y le abrí la puerta. Me preguntó si sabía que ocurría y porqué nuestros pisos se habían convertido en un auténtico infierno, le comenté el problema con la caldera y ya que estábamos le propuse prepararnos unos margaritas y pasar el calor de una forma más agradable. Él con su enorme sonrisa aceptó. Tras unos cuantos cócteles nos miramos a los ojos, ambos sabíamos lo que queríamos y nuestros cuerpos cada vez rebosaban más calor. Él se acercó a mi y comenzó a besarme, tras probar mis labios, bajó por mi cuello y me arrancó la camiseta, me estremecí y comenzó a morder mis pezones mientras yo sentía su miembro cada vez más erguido. Entonces me levantó con sus musculosos brazos y me llevó entre besos a la ducha. Sin mediar palabra ambos nos quitamos la poca ropa que nos quedaba y nos metimos bajo el chorro de agua. Nuestros cuerpos mojados no podían evitar atraerse cada vez más. El volvió a besarme mientras bajaba su mano hasta mi monte de venus. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y me deshice en el más puro placer. Cuando terminó conmigo bajé y metí su pene en mi boca, él se estremeció de placer mientras tocaba mi pelo mojado por el agua. Subí y me di la vuelta para que me penetrara por detrás, ambos nos fundimos por unos instantes y culminamos el acto a la vez. Al acabar salimos de la ducha y nos secamos juntos. El calor parecía ya menos calor. Él se fue a su casa y yo me quedé en mi sofá con una sensación de satisfacción. Ahora cuando llueve y estoy en casa siempre recuerdo aquel encuentro con mi vecino, el adonis del sexo.
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El Rincón Oscuro