jueves, abril 18, 2024
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Las trampas del lenguaje

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El empeño de los políticos en la oposición es siempre el de denunciar la falta de transparencia del gobierno. Rajoy, con su lenguaje provinciano, llegó a decir que España necesitaba un presidente que llamara al pan, pan, y al vino, vino. Ahora, cambiadas las tornas y estando en el gobierno quien antes estaba en la oposición, el lenguaje se retuerce desde otro ángulo, con perspectiva diferente pero con la misma misión que el entonces líder de la oposición decía denunciar: la clásica deformación interesada de la realidad para hacer parecer las cosas distintas de como son.

Esta reflexión no es ni retórica ni está fuera del alcance de la respuesta necesaria que lo que hoy nos pasa, exige. Y creo, además, que es lo más importante. En primer lugar, creo que hay ya demasiados expertos en macroeconomía, recapitalización bancaria y gestión de la bolsa, por ejemplo. Hay expertos en economía política y en hacienda pública que escondían su vocación y conocimientos hablando de cualquier otra cosa pero que, obligados por las circunstancias, se nos han mostrado auténticos intelectuales de los asuntos del dinero y de la gestión del mismo. Una vez, escuchando una tertulia radiofónica se produjo en algún lugar lejano un terremoto y los participantes dejaron los asuntos que trataban para opinar con entusiasmo sobre geofísica, geología, sismología, ingeniería, y salud pública. Tremendo.

En segundo lugar, creo que el disparate de lo que sucede tiene más que ver con la oscuridad, nebulosas gigantescas, brumas y nieblas para ocultar la verdadera realidad objetiva, esa que tiene una proyección global sobre la economía y el funcionamiento de los estados, la que da forma y define el funcionamiento del capitalismo financiero, el movimiento especulativo de los capitales y los intereses de los mercados alentados por políticos que consideran que el estado y la sociedad son subsidiarios del mercado.

En tercer lugar, creo que Rajoy y su gobierno han optado por el engaño brumoso y el retorcimiento del lenguaje porque, finalmente, ha sido con su gobierno con el que se ha producido la catástrofe atrasada. Después de denunciar las torpezas de Zapatero, Rajoy ha sido el presidente que ha hipotecado y entregado a nuestro país al juego de los mercados y los capitales: esos que ven la vida como una cadena de oportunidades de negocio. No me interesan los detalles de este rescate, me interesa que quieran disimularlos, porque eso es lo que los define. No me interesa la cifra estratosférica, me interesan las consecuencias de la llamada recapitalización, porque eso será lo que suponga.

Y, por último, creo que lo que subyace en todo esto es un verdadero cambio de modelo social. Europa, último reducto del concepto social del bienestar construido por los democristianos y socialdemócratas de posguerra, debe poner al servicio del mercado la sanidad y el modelo de seguridad social y de pensiones, porque esa es la gran bolsa de negocio que queda por abordar en toda su dimensión.

Rajoy ha dado hoy el mayor impulso a ese cambio. Veremos cómo actúa la oposición que además de deber ser seria y responsable, debe ser, también, constructiva de un trabajo de estado pero también de una alternativa: la que nos permita elegir más allá de un camino único que, en mi opinión, conduce al abismo del retroceso en la convivencia social y la estabilidad democrática, que son las piedras angulares de la paz y el progreso.

Entregados al oxigeno del capital europeo para dar alegría a nuestros bancos – no a nuestro crédito-, pronto veremos las consecuencias de tal decisión –consecuencias que se ocultaran con un insoportable y tedioso vaciamiento del lenguaje, un insulto al idioma y una turba de ramplonas imprecaciones al deber cumplido, que encerarán el pasillo por el que, como niños pequeños, nos deslizaremos con inexorable pulcritud a la reforma de nuestro sistema público de pensiones hasta su extinción definitiva en una sombra de beneficencia; a la privatización de la sanidad, el deterioro de la educación pública en un sospechoso retroceso al siglo XIX, y el incremento penoso de impuestos – lo que Aguirre llama tasas, con su burda displicencia de ignorante consumada- tales como el IVA y otras lindezas sobre las que a estas horas está ya trabajando el melifluo y cansino Gallardón, el verdadero alma transformista que inspira la maleabilidad de este no menos falso gobierno.

Hoy, que creemos que termina esto, no ha hecho más que empezar.

Rafael García Rico-Estrella Digital

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Rafael García Rico

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