El «tupper» gana terreno a los menús del día o a los comedores escolares. Es ya una realidad_aunque no haya cifras oficiales_que son muchos los trabajadores de pequeñas y medianas empresas que han optado por llevarse la comida de casa y así ahorrarse los 8 o 10 euros del tradicional menú del día. Esta realidad ha llegado, está llegando a la enseñanza. Hasta ahora solo una minoría de centros concertados y privados admitían esta posibilidad, no prevista en la red pública de la enseñanza primaria. De acuerdo con los datos facilitados por la AMPA, organismo que acoge a las federaciones de padres y madres de alumnos, son ya entre un 15 y un 20% las familias que se han visto obligadas a prescindir del servicio de comedor cuyo coste medio es de 150 euros al mes.
La crisis ha ido estrechando el cerco y todos y cada uno de nosotros tenemos, sentimos sus efectos de manera cada vez más próxima y cercana y así familias que podían pagar con comodidad esos 150 euros, ahora ya no pueden. Los niños tienen un sexto sentido para captar situaciones y los que ahora se ven obligados a dejar el comedor, saben bien que no es porque la comida que les venían dando fuera mala. Saben perfectamente que es porque en su casa ha entrado la crisis. Muchos llegaran con su «tupper» y algunos no entenderán porque ellos si y otros, no. Esta interrogante se puede envolver en miradas de tristeza, en caras ojerosas, en helados no deseados y no tenidos si quienes se las hacen son esos 2,2 millones de niños españoles que según UNICEF viven en hogares que está por debajo del umbral de la pobreza.
Ir la colegio o a la oficina con «tupper» no supondría drama alguno si el uso del mismo no se debiera a la crisis. Para los japoneses que no viven precisamente en la pobreza, la tartera forma parte de su cultura y tradición y en Estados Unidos la comida en caja de cartón es un típico, de manera que el «tupper» como alternativa a lo convencional no debería ser un drama. Lo dramático es que tras la realidad del «tupper» se esconde la metáfora de la vida, que incluso cuando la crisis sucumba, que nos va a tocar vivir si no queremos repetir el esperpento que estamos viviendo.
De la crisis económica saldremos. La prima de riesgo volverá a niveles normales y la bolsa dejará de colocarse bajo mínimos pero toda crisis económica_la historia lo demuestra_ha ido siempre precedida de un estilo de vida, de una escala de valores, de unas prioridades socialmente asumidas como «inexcusables» que aceleraron e incluso produjeron todos los declives económicos que a lo largo de los siglos se han ido produciendo. En lo que de metáfora tienen los «tupper» que hoy se utilizan como alivio a la situación de crisis deberían ir adquiriendo normalidad, convertirse en adelantados, en avanzadilla de la vida que deberíamos vivir.
En esta vida que deberíamos vivir no debería haber lugar para el tener sin pagar, ni aplausos para los pícaros que van de tal pero que en realidad estafan todo cuanto pueden. En la vida que nos viene la austeridad, el esfuerzo, la solidaridad, la empatía con los que menos tienen, el reparto justo de los bienes serán, con seguridad, el mejor exorcismo para que estos malos tiempos no vuelven. El «tupper» es todo eso: más trabajo para las madres, más austeridad en las familias, más capacidad para ajustarse al terreno real y no al paseo por la nube. El «tupper» como metáfora es todo esto. Como realidad indica que hoy todos somos más pobres y muchos, demasiado pobres, tanto que sus niños llevan el «tupper», cuatro días a la semana, macarrones y una manzana. No me lo han contado. Lo he visto y aunque no sirva para nada , he comido lo mismo.
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Charo Zarzalejos