Movimiento a movimiento, Adelson va poniendo todas las cartas boca arriba y sobre la mesa. Con la habilidad del tahúr ha jugado a marear, confundir y despistar a los compañeros de mesa que él mismo eligió. Un jugador nato, nuestro Marshall de casino. Y unos pánfilos de manual nuestros políticos serviles que, entre genuflexión y genuflexión, iban entregando piezas al magnate de Eurovegas.
Atrás quedan las fotos tomadas en espontanea visita sobre lo que habría de ser el mayor complejo turístico y de juego de la Unión, con los Manglano y los Pérez de crupieres del magnate conservador y radical que venía a crear más empleo que el pocero y Martinsa juntos, en una nueva escapada hacia la cultura del pelotazo.
En la España de los Ruiz Mateos y Mario Conde, no era de extrañar la domesticada sumisión al dinero rápido y fácil frente a la cultura productiva. Pero todo tiene el recorrido que tiene y, finalmente, las denuncias de ESTRELLA DIGITAL y las advertencias de la oposición socialista o de los ecologistas han sido más ciertas que la luz del día, y la coraza informativa en torno al proyecto de Eurovegas se ha desplomado: el magnate ha jugado de lo lindo sobre el suelo de Alcorcón, suelo que también estaba bajo sospecha, y con las ínfulas de la Generalitat Valenciana o de la Barcelona en retroceso.
Nuestro petromocho moderno se ha consumado: el magnate anuncia que no tanto España y que por qué no Europa, y que esto del euro es un lío. Total que la bolita de la ruleta de la vergüenza ha caído sobre el cero de la banca. Ni rojo ni negro, ni par ni impar, ni falta ni pasa: anuncia que se puede ir por donde vino, y con el FBI por detrás, cerquita, siguiendo sus pasos sospechosos. Ya lo dijo José Quintana alto y claro: Un asunto de tahúres.
¿Cuánto hemos gastado en arrastrar nuestra dignidad para que la jugada termine en nada?
Rafael García Rico