Los resultados del PP en las elecciones andaluzas, donde ha pasado de 47 a 50 escaños, y ha ganado al PSOE por primera vez en una votación autonómica, solo se pueden calificar como una amarga victoria. Así lo traslucía el candidato Javier Arenas desde el balcón que se había preparado para poner el epitafio al gobierno de treinta años de la izquierda en esa comunidad, y que se convirtió en el estrado de una frustración: “He ganado las elecciones, pero he perdido el gobierno”, parecía decir el gesto, sonriente sin entusiasmo, del eterno derrotado.
Quizás, en algún momento de una noche, pronosticada triunfal, y de final amargo, pudo pensar que su triunfo tenía mucho de pírrico. Pirro –el hombre que convirtió su nombre en adjetivo- era rey de Epiro, una zona del norte de la Grecia Clásica, justo al borde de Macedonia; general y gobernante audaz, llevó su ejército al sur de Italia, planteó y ganó varias batallas al Imperio Romano, pero a costa de grandes pérdidas en sus tropas, de modo que, de victoria en victoria, consiguió perder la guerra tras un último enfrentamiento con sus enemigos.
Javier Arenas, tras su triple fracaso en otras tantas convocatorias, asumió su última campaña rodeado de señales favorables: El Partido Popular había obtenido solo cuatro meses atrás el mejor resultado de su historia; gobernaba ya con mayoría absoluta en España, en once autonomías y en las más importantes ciudades. Por el contrario, sus adversarios del PSOE rumiaban aún el descalabro del 20 de noviembre; arrastraban, además, el cansancio de treinta años de gobierno en Andalucía y, por si fuera poco, se habían pasado media campaña electoral bajo el chaparrón del escándalo de los ERES fraudulentos, con tintes de ópera bufa y confesados derroches en cocaína.
Con un apoyo mediático sin precedentes, y el entusiasmo de su partido, que descontaba un resultado aplastante, era el propio Arenas el que enfriaba los arrolladores pronósticos: “Estamos cerca, muy cerca, pero hay que hacer un último esfuerzo”, no se cansaba de repetir, ante el escepticismo de sus palmeros: “Bueno, él dice lo que tiene que decir, pero Andalucía esta vez no se escapa”.
En los próximos días, el candidato ganador de esta pírrica victoria decidirá si su futuro político estará en presentarse por su Comunidad una quinta vez, dentro de cuatro años, o buscar otros caminos. Entre tanto, su presidente nacional, instalado en la Moncloa, quizás piense a esta hora ¿”Y para esto he retrasado yo los Presupuestos?
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Jaime Olmo Mitre