jueves, abril 25, 2024
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Las dos cavernas

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La caverna más conocida, y a la que en más de una ocasión también se refiere este periódico, es la de la ultraderecha que ha sabido ocupar puestos, instituciones y medios de comunicación de relevancia. A nadie se le escapa que así es.

Pero no es la única caverna. Hay otra simétrica, en frente de la anterior, que también se está desperezando y busca cualquier resquicio para atacar a quienes creen que no están en su foto. Su rabia es tal, que equivocan al enemigo, y lanzan dentelladas al primero que pasa por su fauces.

Lo hicieron hace unos meses contra Gonzalo Anes, Presidente de la Real Academia de la Historia, a propósito del Diccionario Biográfico Español. En él se incluía la figura de Francisco Franco, cuya descripción levantó una polémica tan extraordinaria  -llegó hasta el Congreso de los Diputados- como estéril. Únicamente faltó lapidar a sus autores –lo hicieron mediáticamente- a pesar de que reconocieron su error.  

A estas alturas de la Historia ya nadie se preocupa del dictador y, menos aún, nadie le defiende. ¡Faltaría más!

El asunto del Diccionario Biográfico Español  y de la Real Academia de la Historia ya había pasado, precisamente a la historia. Alguien, sin embargo, sigue empeñado en su resurrección. Quizás, vaya usted a saber, porque hay que armar ruido con lo que sea.  Ahora resulta que algunos medios vuelven a la carga denunciando supuestos acosos y castigos a los 2 académicos que fueron críticos con la obra. Sin dar la cara aseguran que la revisión del Diccionario se lleva en el más absoluto secretismo.

¿No será discreción? ¿No será profesionalidad?

Estos críticos que no se identifican acusan al presidente de la institución, Gonzalo Anes, de “rodearse” de los suyos. Pero analice el lector quienes, según los denunciantes son los “suyos”: Carmen Iglesias, Vicente Pérez Moreda, Carmen Sanz y Faustino Menéndez Pidal,  y dos historiadores externos Juan Pablo Fusi y José Varela Ortega.

Empezando por estos historiadores y terminando por el presidente, ¿cabe más prestigio, mayor ilustración y sabiduría histórica para esta empresa que los nombrados?

Pues algunos parecen empeñados en que no y vuelven con una polémica artificial.

Como ya se publicó en este periódico, “poco importa que el Director de la Real Academia de la Historia sea un hombre de talante conciliador, de temperamento moderado y de pacifica naturaleza. No importa, tampoco, que respete la libertad de los historiadores.”

Con el intento de resucitar este debate, quienes lo hacen dejan a las claras su incapacidad de entender la realidad en la que estamos los españoles. Bastantes problemas tenemos como para que nos alimenten con algo tan vacío como este asunto.

A esta caverna, como a la otra, les pedimos que nos dejen en paz. Nuestra preocupación es el paro. Lo demás, veneno de desocupados que habitan ambas grutas.  

Pinocchio

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