jueves, abril 25, 2024
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Garzón: Juicios y prejuicios

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Juicio al juez en excedencia de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón por las escuchas de las conversaciones entre presos y abogados de la trama Gürtel. Manifestación de compañeros y políticos simpatizantes del magistrado a las puertas del edificio. Editoriales y columnas de opinión a favor y en contra en la prensa escrita y digital. Inusual atención de corresponsales y enviados especiales de medios de comunicación extranjeros y transmisión en directo por múltiples direcciones de Internet. Todo ello podría ser calificado como un exceso, si no fuera porque el juicio está, también y en primer término, en la calle. Se habla de Garzón -así, sin nombre ni oficio por delante, que todo el mundo sabe de quién se trata- en bares y centros de trabajo, en la compra o en el Metro.

Y, claro, todo el mundo tiene una opinión, que se expresa más como una certeza. Para unos es casi un héroe; para los otros, el prototipo de villano. Recuerdan los primeros al magistrado que acabó con la inmunidad del dictador Pinochet, puso cerco a las mafias gallegas de la droga y detuvo a significados etarras; muchos de ellos se refieren a él como “el juez Campeador”, una especie de Superman de la judicatura. Desde el otro lado se le denomina, despectivamente, “juez estrella”; se insiste en que no le ha importado nunca la Justicia, sino su brillo personal, y recuerdan su incursión en la política de la mano de Felipe González, para concluir en que se trata de un juez mediocre, hábil para hacer mucho ruido y salir en los telediarios, pero incapaz de “cerrar una instrucción como Dios manda”.     

Con estos prejuicios, bien interiorizados, los primeros insisten en que las escuchas no le parecieron mal ni a la fiscalía ni al juez que continuó con la instrucción al pasar al Tribunal Supremo y deslizan que lo que hay es una venganza organizada por la derecha judicial y política contra el hombre que arrojó sospechas sobre la financiación del Partido Popular. En su lógica, la absolución, no solo es inevitable, sino que apelan a que el magistrado pase a ser ejemplo y adalid de cómo debían actuar sus compañeros; los detractores de Garzón sitúan por delante el que las escuchas solo estaban previstas para delitos de terrorismo, que el juez lo sabía y, por tanto, debe ser expulsado de la carrera judicial, ya que es reo del peor delito que puede cometer un juez: La prevaricación.   

Prejuicios sobre prejuicios, lo que está ocurriendo en la sala, las respuestas de testigos, policías y el propio Baltasar Garzón, importan poco. Para los del bando del juez, el acusado impidió que 20 millones de euros volaran al limbo de los paraísos fiscales; para los detractores, se impidió, o se mediatizó, el sagrado derecho de defensa. La sentencia, sea la que sea, será injusta para unos u otros: ya han juzgado con la única prueba de sus propios prejuicios.    

P.S. ¿Que qué opina este observador? Como tal, nada. “Los hechos son sagrados; las opiniones, libres”, me enseñaron hace tiempo. Si acaso, y al margen de la persona que se sienta ahora en el banquillo, me hubiera gustado, aunque solo fuera por estética, que primero y antes hubieran desfilado ante la Justicia los corruptos y corruptores que en estos días actúan como acusación. 

 

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Jaime Olmo Mitre

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