miércoles, abril 24, 2024
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Mis cosas del placer

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Les presento un nuevo relato de una lectora de estas ‘Memorias de un Libertino’. Nos lo remite una persona que se llama Loli Cuenta, a la que agradezco, sinceramente, su colaboración por lo que significa de enriquecimiento de la sección. Espero que lo disfruten.

Mis cosas del placer

Tengo dos consoladores en la cajita. Uno más grueso y largo con estrías y otro delgadito, liso y también largo. Me los compró una de mis amigas. El más grueso es muy curioso porque está curvado. Posee una curvatura muy agradable. Cuando lo tengo entre mis manos lo acaricio siguiendo la curva. Con suavidad y lentitud las yemas de mis dedos hacen el recorrido curvo hasta llegar a la punta redonda. Me gusta verlo. Es agradable no solo por su forma, sino también por su color verde semitransparente. El otro “consola” es delgadito, brillante y de color crema. Es totalmente recto, su atractivo está en su punta en forma de globito.

Nadie sabe que tengo los consoladores. Me muero de vergüenza si alguien se llegara a enterar. Claro que mi amiga lo sabe, pero ella es mi confidente y a nadie se lo dirá. Además guardará silencio porque también ella tiene otros. Fue precisamente ella la que, además de comprármelos, me dio la información para el uso.                                           

Ahora los utilizo sin problemas cuando quiero. Ya voy siendo una experta, porque para obtener buen placer hace falta hacer las cosas bien. Me gusta mucho el que tiene la forma curva y las estrías suaves a todo lo largo. Lo acaricio, lentamente, desde una a otra punta mientras pienso en el gusto que me da cuando me entra.                                  

Si lo miro con la curva hacia abajo parece un pene flácido. Así me imagino el comienzo, para ir calentándome… Dicen que los penes, cuando comienzan, están flojos, rugosos, blandos y como muertos. Eso no le pasa a mi ‘consola’ pero, si lo tengo mirando hacia abajo, me lo imagino muerto. Le doy primeramente besitos en la punta, le paso la lengua para que sienta mi contacto, lo mojo con mi saliva y finalmente lo meto en mi boca, suave, lentamente. Así me imagino que lo voy despertando al ir sintiendo mi contacto. Es ahora, cuando ya está mojado con mi saliva, cuando le doy la vuelta. La curva hace estar hacia arriba la punta y es un pene erecto. Lo contemplo, me gusta y me produce el deseo.

Entonces me relajo, abro mis piernas y con dos dedos me separo los labios interiores. Ya estoy un poco húmeda. Pongo la punta del ‘consola’ en la posición de penetrar y me lo meto unos centímetros. Tengo que confesar que solo me lo meto unos centímetros porque no puedo con todo. No me entra bien, es demasiado grueso. Pensaba que con el tiempo me entraría, pero todavía no es posible, me siento dolorida si presiono. Seguramente soy estrecha. Estoy un poco asustada por ese motivo ya que cuando me penetre un hombre me dolerá. Sé que ese día sufriré dolor. Por eso, ahora, no uso más que la punta del ‘consola’ y pocos centímetros más. Pero es igual, me da mucho gusto. Lo meto y saco con un ritmo cada vez más agitado, más rápido, y así consigo el orgasmo. Vaya, si lo consigo.

Es algo que es imposible de explicar. Me deja vencida.

Algunas veces, tardo más que otras en alcanzar el placer total. Entonces me ayudo de otra manera. Me doy masaje en el clítoris o uso el otro consolador para detrás. Para el culito. Cualquiera de los dos métodos me sirve para alcanzar el gustito.

El ‘consola’ del culito tiene un uso especial. Es, como decía, un palito recto de un grosor más reducido que el que uso para mi apertura delantera, liso, sin estrías, parece más largo y con la punta redonda. Para metérmelo tengo que lubricarlo siempre porque, de lo contrario, me molesta, se agarra y no quiere entrar. Pero tiene un problema parecido al de la vagina, que solo me lo puedo introducir unos centímetros. Aunque, en este caso, por otra razón que me da vergüenza decir. Y es que me produce ganas de… me dan ganas de expulsarlo. Y eso me induce a sacármelo. Pero logro mantenerlo unos segundos, los suficientes para sentirme muy bien, totalmente penetrada… Y eso favorece mi orgasmo. Con él dentro, solo me queda libre la boca para estar completa… Ya buscaré algo también.

Tengo que reconocer que me doy buenas sesiones, principalmente, los fines de semana. El día perfecto es el sábado, al acostarme. En ese momento, en la cama, comienzo mi faena. Pero tengo que tener cuidado para que no se me escapen mis grititos. Los hago bajitos, tapándome la boca con la almohada, para que no se me oiga.      

Memorias de un libertino

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