miércoles, abril 24, 2024
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El vuelo de Rajoy

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Me encanta el ceremonial que rodea una sesión de investidura. El ciudadano electo entra en el hemiciclo de paisano y sale de la cámara convertido en todo un presidente del gobierno. Casi nada. El fenómeno me produce ensoñaciones. Me lo imagino, con la mayoría suficiente en el bolsillo, ocultándose en un despacho del Congreso, desvistiéndose de su ropaje civil para embutirse después en la vestimenta del investido. Dotado ya de la autoridad mayestática del cargo y de los superpoderes que se reciben con él, nuestro triunfador se acercaría a uno de los ventanales del palacio, lo abriría con cautela, afianzaría los pies en el alfeizar, tomaría impulso y volaría por los cielos de Madrid hasta posarse dulcemente en la Moncloa. Inmediatamente vuelvo a la realidad y descarto que Mariano Rajoy sea como el panoli de Clark Kent y que pueda transformarse en un Superman volatinero de la política, apretujado en la malla de colorines y dispuesto a salvar el mundo libre de sus sanguinarios enemigos. Nunca me gustó esa panda de libertadores con nombres estrambóticos como Spideman o El Capitán América, ideados por guionistas avispados y admirados por tantos niños grandes en tantos lugares del planeta.

Aunque se empeñen los aduladores de siempre y los que se apuntan para la ocasión, don Mariano sigue siendo el mismo y camina con el mismo macuto a la espalda. No disfrutará de fuerzas superiores añadidas, tendrá el poder otorgado por la soberanía popular sentada en la carrera de San Jerónimo. Más que suficiente. Dispondrá también de un arma muy potente: el Boletín Oficial del Estado. Podrá impulsarse desde la base elástica de una mayoría absoluta disciplinada que se repite en las comunidades autónomas y en gran parte de las ciudades más populosas de España. Y por si toda esta musculatura no fuera suficiente ahí tiene a sus colegas europeos, dispuestos a escoltarle y a abastecerle en pleno vuelo. Los mensajes que le llegan de la oposición son tranquilizadores y le auguran un despegue tranquilo. Los socialistas han perdido la batalla y no les queda otra estrategia que desfilar desarmados por la senda de su propia reconversión ideológica. Todos los grupos enfrentados al PP saben que tienen que tirar del carro de la recuperación económica y dejarse de pamplinas opositoras. Hasta los vascos de Amaiur han representado una función amable y reconfortante, muy distinta a la protagonizada por sus antecesores parlamentarios, y parecen dispuestos a seguir avanzando por la senda democrática. Ayer mismo, en vísperas de mudarse a su nuevo domicilio presidencial, Rajoy se desayunó con una buena nueva del Banco Central Europeo, dispuesto a lubricar con dinero fresco los motores financieros de la zona euro.

El investido ya tiene su gobierno, liberal y con cierto tufillo aznarista, incluido el remedo de Rato. Disfruta del aplauso de los suyos y de todo el centro-derecha, de una cierta neutralidad de los adversarios políticos y dispone de una ristra de medidas urgentes que pretende aplicar después de las Navidades. Sólo la kriptonita de una segunda recesión mundial puede debilitar sus poderes y terminar por estrellarle. Aunque no me gusten los tebeos de superhombres ¡Qué la fuerza le acompañe Don Mariano!

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Fernando González

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