jueves, abril 25, 2024
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El glamour llega a los juzgados

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Viendo en el banquillo a Ricardo Costa -desencajado, pálido, nervioso-, y a Francisco Camps, expresidente de la Comunidad Autónoma de Valencia, intentando aparentar una tranquilidad que no pueden sentir y que se trasluce en desplantes, soberbia, indiferencia ante lo que está ocurriendo estos días, me pregunté, ¿cuáles serían de verdad sus sentimientos más profundos?, ¿cómo deben sentirse estos dos hombres que han disfrutado de las mieles del poder, al verse abandonados por los suyos y repudiados por una parte muy importante de esos ciudadanos a los que no representan, incluso a algunos de los que les han votado?

¿Cómo soportar la humillación de escuchar sus propias conversaciones con un personaje tan siniestro como es «el Bigotes»? Un adulador profesional, de los muchos que se mueven por los aledaños de la política, capaz de regalarle los oídos a un político joven, atractivo, con un futuro prometedor como era Ricardo Costa, o al propio Camps, que como tanta otra gente han pecado de un exceso de vanidad y de prepotencia. Pensando quizá que por su condición de prohombres de la política, nunca nadie tendría la osadía de sentarles en el banquillo.

El calvario que están viviendo Ricardo Costa y Francisco Camps, no es nuevo, ya que antes que ellos otros muchos se dieron de bruces con una situación vergonzosa. Tal fue el caso de Mario Conde, que durante años fue el espejo en el que se miraron tantos universitarios porque representaba el ascenso de un profesional hecho así mismo, capaz de enfrentarse al todo poderoso mundo de la banca. Rehabilitado después de purgar sus pecados en la cárcel y de ver como los que tanto le habían piropeado en sus días de brillo y esplendor se cambiaban de acera cuando se cruzaban con Lourdes, su mujer, que tanto sufrió y padeció, hoy el ex banquero vive intentado rehabilitar su imagen, explicando lo inexplicable; el mundo entero se había confabulado contra él por considerarle un enemigo peligroso. Puede que algo de razón sí tenga, pero de lo que estoy segura es de que había razones suficientes para procesarle, como las hay para sentar en el banquillo a Isabel Pantoja, Mayte Zaldívar, Julián Muñoz o Juan Antonio Roca, e incluso a Iñaki Urdangarin, que aunque todavía no ha sido llamado a declarar, todo indica que muy pronto tendrá que pasarse por los juzgados.

En un momento en que los ciudadanos ven disminuir sus ingresos, su calidad de vida, su salud por la falta de trabajo y de perspectivas de lograrlo en un corto espacio de tiempo, resulta escandaloso comprobar la alegría con la que se han gastado nuestro dinero, el dinero de todos los contribuyentes, políticos que tenían la obligación de gestionarlo con total transparencia y no en su propio beneficio.

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Rosa Villacastín

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