miércoles, abril 24, 2024
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Duermevela

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Disfruto de la soledad nocturna con una buena peli de los años 40 y 50. No importa si es cine histórico, comedia, intriga o negro. Este último género lo registro como lo hace con las del oeste y con muy buen criterio, mi padre: “Buena”, “Muy buena” o “Pasable”. No hace falta más. Total, las cintas son mías y sólo a mí me afecta la clasificación.

No haría ni 10 minutos que había entrado en una agitada duermevela, producto del desenlace de “Testigo de cargo”, cuando encontré a mi pareja delante de mí completamente desnudo. Dios, qué susto! Sin apenas hablarme me mostró su gran erección. Apuntándome directamente a los labios,  introdujo su prominente pene en mi boca. Cerró los ojos, sujetó mi cabeza y me pidió que le relamiera hasta vaciar en mí su líquido salado. Atrapé sus nalgas entre mis manos mientras lo succionaba con energía. Intuí que era así como lo deseaba. Sus profundos jadeos me impulsaban a seguir más aceleradamente. Una y otra vez, oscilando mi cabeza y mi lengua. Le penetré,  suavemente con un dedo empapado de  saliva, sin dejar de lamerle profundamente. En ese momento, asió mi cabeza y la llevó contra su pubis. Inmovilizándome. En un momento de mi boca goteaba su líquido caliente y espeso. Salado y blanquecino. Necesitaba llegar al clímax rápidamente.

Cuando su corazón recuperó el ritmo, me relató parte de la cena navideña, que como todos los años ofrece su empresa a los empleados. Después de ponerse hasta las cejas de vino y cordero, se reunieron en un pub a tomar una copa. Allí se encontró a un amigo de la infancia. A la alegría de verse después de tantos años, se le sumó la exaltación de la amistad que provoca el alcohol. Decidieron ir a tomar la última a casa del reencontrado amigo, con dos chicas que éste último había conocido esa misma noche. Poco atractivas pero muy simpáticas y graciosas, me dijo…

Después de servir las copas, ellas, que no habían parado de contar chistes durante toda la reunión, se acostaron en la colchoneta del perro. Simulaban ser las mascotas. Lamiéndose el cuello la una a la otra. Ladrando como si fueran chihuahuas. Todos reían. De repente una de ellas se quitó la ropa interior y la otra comenzó a lengüetear sus muslos. Separándolos y mostrándoles su sexo. Su amigo se levantó y les propuso un juego. Las cubrió completamente con una manta. Él tenía que adivinar qué boca sujetaba su falo. Si acertaba, esa lengua debía relamer su verga erecta mientras la otra chica debía mirar. Si no acertaba, ellas seguían proporcionándose placer la una a la otra. Aceptaron y tras varios intentos, su amigo acertó. Quitó la manta que las cubría y mientras llenaba la boca a una, la otra fijaba la mirada en la felación. Sedienta y excitada, no dejaba de acariciarse. Esperando poder saciarse con algún néctar. Su amigo, que adivinaba la intención, le dijo que lamiese a su vez el sexo de su amiga. Como vagones de un tren, llegaron a la estación al mismo tiempo.

Entonces entendí el estado de emergencia en que me despertó. Era como llamar al 112. Para rematar la noche aún tuve que escuchar uno de los chistes de su juerga nocturna:

“Una pareja acude al médico por los problemas de erección que él está sufriendo

El médico, después de escucharles pregunta:

-Pero Uds. tienen orgasmos?

La mujer mira a su marido y le pregunta:

-Cariño, nosotros tenemos Orgasmos o Adeslas?”

Si sí, muy graciosas…

Memorias de una libertina

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