sábado, abril 20, 2024
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La guerra de Gingrich contra la sharia

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Las etapas de la vida pública de Newt Gingrich están definidas por los libros que le han revolucionado — en general, de la clase que se vende en los aeropuertos. Está la trilogía de Isaac Asimov «Foundation», la obra de Alvin Toffler «The Third Wave», «Piense y hágase rico» de Napoleón Hill, «Las 7 costumbres de las personas realmente eficientes» según Steven Covey y varios textos de referencia de las teorías de gestión empresarial en boga Total Quality Management y Lean Six Sigma.

Estas ideas felices son en su mayoría inofensivas. A veces no. Gingrich ha suscrito la impetuosa tesis de Dinesh D’Souza acerca de la ideología keniata anticolonial de Barack Obama como «el modelo de predicción de su comportamiento más preciso». Y Gingrich se ha visto seducido últimamente por la teoría, desarrollada en obras como «La gran yihad» de Andrew McCarthy, de que la ley islámica es una amenaza mortal a la supervivencia de la libertad en Estados Unidos y del mundo que conocemos.

¿Que parece una descripción exagerada de la opinión de Gingrich? Así habla el ex presidente de la Cámara: «La ley islámica es una amenaza mortal a la supervivencia de la libertad en Estados Unidos y del mundo que conocemos». Hablar de Gingrich impide a menudo la exageración.

El favorito Republicano daba a conocer las líneas maestras de su razonamiento a propósito de la ley islámica durante un discurso pronunciado el año pasado ante el American Enterprise Institute. El problema de América, aduce Gingrich, no es el terrorismo principalmente; es la sharia — «el corazón del movimiento enemigo desde el cual brotan los terroristas». La ley sharia, en su opinión, es inherentemente brutal — definida por la opresión, las lapidaciones y las decapitaciones. Su imposición es buscada no sólo por los yihadistas violentos sino por los encubiertos que asisten a la mezquita de su calle. «La victoria de la sharia», concluye, «se traduciría claramente en el final del gobierno que describe Lincoln».

No es una temática casual. Producciones Gingrich ha creado una película en la materia con el título de «América en peligro: La guerra sin nombre». Gingrich ha instado a promulgar «una ley federal que diga que la ley sharia no puede ser reconocida en ninguna sala de justicia de los Estados Unidos» — dando la impresión de una amenaza tan real en Topeka como en Riad.

De manera que Gingrich sería el primer presidente oficialmente anti-sharia de los Estados Unidos. Y sabe exactamente lo que significa la sharia en realidad. Es totalitarismo.

¿Quién más comparte esta interpretación de la sharia? Bueno, naturalmente los totalitarios. Gingrich se une a los clérigos iraníes, a los líderes talibanes y a los salafistas de diverso pelaje al sostener que la expresión más auténtica de la ley islámica es el despotismo y el fundamentalismo.

Los demás musulmanes — muchos musulmanes más — cuestionan esto. Las diversas tradiciones de la jurisprudencia islámica asignan diferente importancia a las escrituras, la tradición, la razón y el consenso a la hora de interpretar la ley islámica. Hay quien asegura que es idéntica a las prácticas culturales y jurídicas de la Arabia del siglo VII, creando un peligro global real. Pero otros creen que se trata de un conjunto de principios trascendentes de la justicia separable de su expresión cultural inicial y relativo principalmente al individuo. La mayoría de los musulmanes obedecen la ley islámica. Pero la interpretación de la sharia diverge enormemente de Arabia Saudí a Indonesia pasando por Tanzania o Detroit.

Pero Gingrich insiste: «La sharia en su forma natural contiene principios y penas totalmente repugnantes para el mundo occidental». Con el debido respeto al ex presidente de la Cámara y sus lecturas recientes, ¿qué cualificación tiene él para identificar «la forma natural» de la sharia? En América, los funcionarios públicos respetan la conciencia de la ciudadanía al tiempo que la protegen de la violencia. El papel idóneo del estado consiste en combatir de forma agresiva el terrorismo, no en participar de juicios teológicos.

Las implicaciones administrativas de las opiniones de Gingrich son terreno virgen. ¿El Presidente Gingrich va a reafirmar su fe en que la forma más radical de la ley islámica es la más auténtica? ¿Va a informar a los musulmanes estadounidenses de que para ser buenos ciudadanos deben renunciar a la ley islámica? ¿Va a asegurar en su discurso de investidura, igual que ha asegurado con anterioridad, que «América está siendo objeto de una ofensiva islamista político-cultural diseñada para minar y destruir a nuestra civilización»? Ninguna estrategia tiene más probabilidades de provocar resentimiento, alienación y radicalismo.

¿Y cómo dialogará el Presidente Gingrich con los países mayoritariamente musulmanes si la guerra contra el terrorismo se transformara en una lucha contra la ley islámica? ¿No quedará desacreditado y minado cada aliado y amigo musulmán, al mantener relaciones con la superpotencia anti-sharia? ¿No se sentirán obligados los imanes del mundo a condenar la interpretación simplista de la teología islámica por parte del presidente católico? ¿No celebrarán los radicales islámicos la lucha de civilizaciones que ofrece Gingrich? Ninguna estrategia tiene más números para minar la causa de América y la seguridad de su población.

Por supuesto, nada de esto es probable. Como presidente, Gingrich se vería obligado a rechazar sus opiniones anteriores por necesidad estratégica. Pero esas opiniones manifiestan una tendencia preocupante: la apasionada adhesión a ideas superficiales.

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Michael Gerson

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