jueves, abril 25, 2024
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El misterio saudí

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En una céntrica avenida aquí se encuentra un edificio imponente, contruido con forma de base de pirámide invertida, en el que tiene su delegación central el Ministerio del Interior. Es un lugar que asusta a los saudíes liberales, alegra a los conservadores y simboliza la seguridad estrechamente vigilada del reino. También es la base de operaciones del nuevo príncipe heredero de Arabia Saudí y futuro monarca probable, Nayef ibn Abdul Aziz.

Durante esta Primavera Árabe del descontento, Arabia Saudí ha permanecido sorprendentemente tranquila. Eso se debe en parte a la popularidad del Rey Abdalá, y también a la eficacia de las fuerzas del orden público del Príncipe Nayef. El reino ha experimentado sus manifestaciones, especialmente entre los chiíes de la provincia oriental, pero han sido supervisadas de cerca sin la pérdida de vidas civiles que se ve por doquier.

¿Qué pasará en el reino? Esa pregunta viene causando revuelo entre saudíes y extranjeros por igual desde que Nayef, de 78 años de edad, fuera elegido sucesor en octubre a la muerte del Príncipe Heredero Sultán. La futura estabilidad política aquí es una variable crucial mientras la violencia se extiende en Egipto y Siria.

Nayef es una especie de misterio, hasta para muchos saudíes. Es considerado próximo a la institución religiosa, lo que le convierte en una diana de los críticos liberales. Y también ha realizado preocupantes intervenciones, como dudar de que alguno de los terroristas del 11 de Septiembre fuera saudí (15 lo eran), aunque también ha tomado medidas contundentes contra al-Qaeda. Se le ha descrito como un gestor firme, aplicado y tímido — pero más allá de eso, la mayoría de los observadores se muestran indiferentes simplemente.

El nombramiento de Nayef suscitaba un infrecuente altercado en el seno de la familia real la pasada semana cuando el Príncipe Talal, un liberal entre el puñado de príncipes más ancianos pasados por alto en la sucesión, dimitía de un consejo que se suponía iba a asesorar en materia de la sucesión.

El mensaje que Nayef y sus asesores más íntimos quieren trasladar es el de continuidad. En privado ofreció garantías al Vicepresidente Joe Biden el mes pasado, y uno de sus principales asesores me dice que las políticas de Nayef van a ser idénticas a las de Abdaláh: «Seguirá adelante con las reformas, a nuestro ritmo y con nuestro calendario». Destacando la agitación que el pasado febrero derrocaba al presidente egipcio Hosni Mubarak, observaba: «El sabio es el que aprende de los errores ajenos».

El Príncipe Saud al-Faisal, ministro de exteriores del reino, decía en el curso de una entrevista aquí: «No me puedo imaginar ningún cambio de rumbo cuando Nayef llegue al poder. Nayef viene formando parte de esta administración. Ha dado el visto bueno a todas las políticas del monarca. Si ve algo bueno, ¿por qué lo iba a cambiar?

El Rey Abdaláh será difícil de reemplazar. Es muy popular dentro del reino, más de lo que los extranjeros se dan cuenta en ocasiones. Al convertirse en regente en el año 1998, Abdaláh fue considerado inicialmente un conservador religioso cuya lealtad se debía a las tribus y al clero, idéntica crítica que se vierte contra Nayef hoy. Pero Abdaláh se convirtió en una especie de reformista: reequilibró Arabia Saudí, reforzando al estado y poniendo límites al estamento musulmán. Hay quien espera que Nayef siga un rumbo parecido.

Para entender el atractivo de Abdaláh hay que escuchar los comentarios de una joven saudí de orientación reformista llamada Bareah Alzubidy, la periodista que hizo lo impensable recientemente al afirmar públicamente en un canal de televisión de propiedad saudí que las estrictas autoridades religiosas del reino en realidad no protegen a la mujer. Volvió a verter repetidamente esa crítica de forma valiente durante una entrevista conmigo, pero su comentario más interesante versaba acerca del rey: «Nos parece que es campechano», decía. «Nos parece que tenemos protección».

Evaluar el cambio político saudí es igual que ponerse a mirar crecer el césped: es tan gradual que casi no se nota. No hay organizaciones no gubernamentales al uso ni formaciones políticas, y las redes de activistas son frágiles, hasta en la red. En una concentración de activistas de Twitter celebrada recientemente en Jeddah, se dice que la mayoría ni siquiera se había encontrado antes.

El desafío para Nayef va a ser llegar a los saudíes más jóvenes mientras conserva su apoyo entre el estamento musulmán. El apoyo del clero ha ayudado a la Casa de Saud a capear el descontento que asola el resto del mundo árabe. Entre los principales emisarios de Nayef se encontrarán sus hijos, Saud y Mohammed, que forman parte de la administración en calidad de jefe de gabinete y responsable del contraterrorismo, respectivamente, y que en Occidente son tenidos en muy alta estima.

Así es como resume el futuro el Príncipe Saud, una de las figuras más sabias del mundo árabe: «Arabia Saudí se dirige hacia una mayor participación de la población a la hora de administrar sus asuntos. Nunca se puede evitar lo que quiere la gente, sin importar el gobierno que haya». El crecimiento político en Arabia Saudí «puede no ser igual de rápido que una revolución», pero «cuanto más cambia, más cambio se produce».

Sólo cabe esperar que tenga razón y que cambio y estabilidad encuentren un equilibrio en el seno del reino.

 

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David Ignatius

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