Si hace ocho años Viri, la mujer de Mariano Rajoy, era la imagen del desaliento y la decepción más profunda, en esta ocasión es la cara que mejor representa el triunfo de un hombre que vio como en dos ocasiones se le escapaba el poder de las manos sin que pudiera hacer nada por detener una derrota que a punto estuvo de apartarle de la política para siempre.
Una imagen que estoy segura tendrá grabada a sangre y fuego en su memoria, que le habrá servido para mantenerse en ese discreto segundo plano que tanto le gusta y que tal feliz le hace, pese al cambio que va a sufrir su vida en los próximos años, se traslade o no a vivir al Palacio de la Moncloa, y que está muy en sintonía con lo que ha sido el papel de las mujeres de los presidentes del Gobierno de nuestro país en los últimos treinta años, con la salvedad de Ana Botella, que lleva la política en la sangre.
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Rosa Villacastín