viernes, marzo 29, 2024
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Día doce: los problemas de conciencia

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Conocíamos la objeción de conciencia al ejército y a la aplicación de las leyes sobre interrupción del embarazo y de muerte digna. Estos dos últimos asuntos de notable actualidad en la campaña electoral, por cierto. Pero lo que no teníamos en la agenda de nuestras inquietudes era la objeción a formar parte de una mesa electoral, cuestión que, al parecer, ya ha surgido en esta convocatoria de elecciones.

“Por coherencia, si hace años que no voto porque considero que el sistema actual no es democrático no me pueden obligar a ir”, ha dicho en un escrito de autoinculpación presentado en un juzgado de guardia de Elche. Adrián Vaíllo nos revela nuevas formas de manifestar el abstencionismo. Una especie de rechazo militante a la organización de nuestro sistema democrático, se supone. Y alega problemas éticos y de conciencia, nada menos. Por ética, se supone, no puede contribuir al desarrollo de una jornada en la que la gente, sus vecinos, algunos amigos, familiares y quién sabe si compañeros de trabajo, estudios o de la oficina del INEM, introduce una papeleta en una urna para expresar su preferencia política, de forma libre y secreta.

Cuesta creer que el campo de la ética se superponga en esta cuestión al de la participación democrática, por mucho que ésta esté condicionada por unas leyes más o menos cuestionables respecto a la eficacia de la representatividad de los electos por aplicación de la proporcionalidad. ¿la proporcionalidad es un asunto ético? Quizá. Es posible que por esa misma regla de tres sea una cuestión ética detenerse en el semáforo que dedica más tiempo al rojo que al verde en la intersección de una avenida con una callejuela.

También parece abusivo esto de la conciencia, pues uno podría presumir que interrumpir el libre albedrío democrático de los demás en una fiesta, término que usa en el escrito, afectaría a la conciencia individual pero por el hecho contrario: por fastidiar el espíritu colectivo de una sociedad para ejercer derechos individuales.

No sé muy bien en qué quedará todo esto. Supongo que tiene que ver con un pensamiento ácrata convertido en un impulso de rebeldía. Rebeldía es lo que pide IU en la campaña, rebeldía también pedía esperanza Aguirre ante algunos aspectos de la política económica del presidente zapatero.

Parece que la rebeldía, la ética y la conciencia son buenos recursos para llamar la atención con fines, estoy seguro de ello, muy distintos. El abstencionismo militante, la animadversión a las reglas y al sistema son actitudes poco aleccionadoras ante el valor que tiene la convivencia en libertad, por mucho que las leyes electorales puedan ser perfectibles.

Esta simpatía por los gestos que ha despertado el llamado movimiento 15M, tiene estas confusas derivaciones cuya espontaneidad es probablemente tan grande como su incoherencia, y recuerdan mucho a esa otra lectura que una compañía de teléfonos ha hecho del funcionamiento de las asambleas de indignados para colocarnos como una conquista ciudadana un nuevo tarifario en las llamadas provinciales, nacionales internacionales y en el envío de sms.

Toda una lección de originalidad y oportunismo. Yo objeto de hacer caso a estos y a aquél.

Y ya queda menos.

Rafael García Rico

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