miércoles, abril 24, 2024
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La lucha que tiene por delante Egipto

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¿Cómo cambió la vida en Egipto desde la revolución, y qué va a pasar en las elecciones parlamentarias que arrancan a finales de este mes? Hice esas preguntas en un barrio pobre de El Cairo la pasada semana llamado Ain el-Sira, y las respuestas vienen a ser una advertencia: el nuevo Egipto tiene que dar a esta gente sensación de seguridad y progreso dentro de poco, o tendrá problemas.

«Es peor desde la revolución, no hay seguridad pública, no hay protección, no hay fuerzas del orden», dice Nashwa Mustafá, una mujer sencilla vestida de negro sentada con cuatro más en un centro de formación laboral. Aprendiendo a utilizar la máquina de coser espera elevar sus ingresos actuales de unos 70 dólares al mes. Está tan preocupada por la anarquía que por la noche se queda en casa; las otras cuatro mujeres con velo asienten conviniendo.

Pregunte a estas mujeres a quién planean votar en las parlamentarias, e inmediatamente mencionarán a Yoursy Bayoumi, el candidato de la Hermandad Musulmana que reside en las inmediaciones. «¡Por supuesto que son respetados!» dice Mustafá de la Hermandad. En cuanto a los grupos musulmanes salafistas más radicales que han ido surgiendo de la nada, las mujeres se muestran escépticas. «Hasta la revolución nunca tuvimos noticia de ellos», dice una con desprecio.

Rida Mohammed, una mujer entrada en años que enseña a las demás a manejar la máquina de coser, dice discretamente echar de menos al ex presidente Hosni Mubarak, derrocado el pasado febrero. «Ahora Egipto no es lugar seguro», murmura. «Me gustaría que volviera».

Vienen a ser un grupo de estudio electoral en bruto, en el seno de un barrio de calles sucias y callejones estrechos donde el único color sale de la ropa tendida de las ventanas. Vine aquí con un grupo de lucha contra la pobreza llamado «¡Para ti mi país!» que proporciona formación laboral y extiende pequeños préstamos. Atravesando un polvoriento patio, nos topamos con el ganado a punto de ser sacrificado en la próxima fiesta religiosa.

¿Por qué está tan mal la seguridad? En busca de una respuesta, llegamos a la comisaría local de policía, a una manzana de distancia. La policía era en tiempos una fuerza arrogante e intrusiva en El Cairo, hasta que reprimió las manifestaciones de la Plaza de Tahrir. Ahora es odiada, y en su bochorno, ha desaparecido de todas partes. El gobierno militar de transición ha fracasado estrepitosamente a la hora de reorganizarla.

La comisaría de Ain el-Sira está vacía, menos por un agente de indumentaria impoluta llamado Hani Salama Yousef. Preguntado por el motivo de que sus colegas hayan desaparecido, agacha la cabeza. «Estamos deprimidos. Cuando acudimos a proteger a la gente, no se nos respeta». La policía, como casi todo hijo de vecino en el Egipto actual, ha estado en huelga. Una de sus 15 exigencias es el derecho de los musulmanes religiosos a dejarse la barba.

Desde este barrio sucio pobre, plantamos la cámara delante de destacadas figuras políticas que tratan de dirigirse a un país cuya paciencia con el consejo militar oficialista está empezando a agotarse.

Visito a Mohammed El-Baradei y a Amr Moussa, las dos figuras políticas principales. Ambos convienen en que los administradores militares han de ser reemplazados pronto por gestores civiles, pero difieren de forma acusada en las prioridades.

«La situación es un 100 por ciento anárquica, de mala en peor», dice Baradei. «La gente creyó que esta revolución iba de libertad y necesidades básicas, pero todavía no ha visto nada de ninguna de las dos cosas». El ejército tiene el poder, pero «no tiene idea de cómo llevar el país».

Baradei es voluntario para ocupar el puesto de primer ministro en representación de la amplia coalición de gobierno que espera salga de las elecciones: podría recrear la unidad de la revolución de Tahrir, aduce. La clave está en ganar el tiempo y la estabilidad suficientes para redactar una constitución cuidada que garantice libertades básicas y mantenga a Egipto como estado «civil»: «La democracia no es café instantáneo», afirma el ganador del Premio Nobel de la Paz.

Moussa quiere avanzar más rápidamente, hacia unas presidenciales a mediados de 2012, unos meses después de instituirse el nuevo parlamento. Ya es el principal candidato presidencial, y encabeza una campaña populista que intenta ofrecer algo a cada electorado. Se alinea con la Hermandad Musulmana, y contra Baradei, partidario de una constitución rápida, sin declaración de derechos, que conserve el ambiguo Capítulo Segundo que instituye la ley islámica Shariah como principal fuente de legislación, pero que también establece los derechos de las minorías.

«Se trata de una iniciativa con fuerte oposición, pero debería de empezar ahora mismo», dice el otrora ministro de exteriores.

«Haz las cosas rápidas lentamente», aconseja el viejo proverbio latino, y parece ser buena receta para Egipto. Un primer ministro fuerte puede hacer que el país cierre filas y volverlo a poner en marcha, mientras el país redacta un buen texto constitucional. Una constitución instantánea que consolide los poderes políticos del momento podría ser un error potencialmente catastrófico.

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David Ignatius

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